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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Los mejores para profesores

Los mejores para profesores
Durante estos días, he escuchado en diferentes medios convocatorias para postularse a las escuelas superiores de Formación de Maestros, en distintos lugares del país. ¿Usted aconsejaría a su hijo postularse a una de estas convocatorias? Sé que, para no ser grosero, me diría que sí; que, si es lo que él o ella quiere, por qué no apoyar. Pero, seamos sinceros, ¿qué familia quiere que sus hijos sean profesores?

Generalizando y salvando las excepciones (que son muchas y calladas), la realidad nos dice que existe en el imaginario social una idea sobre los maestros como profesionales de segunda. Esta concepción sobre los profesores se da en Bolivia y en muchos países del mundo.

¿A qué se debe esta idea? Muchos son los factores, mencionaré algunos que me parecen relevantes. Para empezar, conocemos a algunos profesores poco instruidos, gente que, después de haber egresado de la Normal, no ha vuelto a hacer ningún curso más, ni en el ámbito pedagógico ni en el de su especialidad. Sabemos que algunos docentes mantienen las clases tradicionales y no se han animado a realizar ninguna innovación, investigación ni publicación. Conocemos a docentes que jamás nos han hablado de lo fantástico que es enseñar, de lo motivante y desafiante de su profesión, sino que solo los hemos escuchado hablar del gremio, de las conquistas sindicales y de las medidas de presión. Final y lamentablemente, conocemos docentes prepotentes que utilizan la evaluación como recurso de poder para hacer de sus aulas pequeños feudos donde ellos son los que conocen, los que saben, los que mandan y ponen las notas, sin darse cuenta de que, hoy en día, el paradigma del profesor “que sabe” ha quedado en la historia debido a internet y a que actualmente es necesario enseñar a los jóvenes a gestionar el conocimiento.

¿Por qué tenemos profesores de esta calidad? Vuelvo a recalcar que estoy generalizando y que siempre existen excepciones. Uno de los motivos es que la elección de la carrera del profesorado ha sido tomada como segunda o tercera opción. Muchos postulantes a las normales han probado suerte en la universidad y, como no les ha ido bien, no han encontrado otra opción que “ser profesores nomás”. Esto quiere decir que no tenían vocación para la vida docente. Muchos otros maestros realmente motivados hacia la docencia han sido absorbidos por un sistema de mediocridad del magisterio. Otros, muchos de mis exalumnos, han sido aplastados por la enorme burocracia que hoy supone ser maestro. Sí, me refiero a todos los documentos que hay que llenar para los controles administrativos y que son impulsados por el famoso Profocom.

¿Qué hacer entonces? Para que la educación de nuestro país mejore, tienen que mejorar sus profesores. Si desde nuestros hogares no exigimos que los maestros sean los mejores profesionales del país, tal vez la realidad no cambie.

Entonces, si nuestros hijos son buenos estudiantes, han obtenido promedios altos en sus unidades educativas, si tienen grandes ideales de hacer algo por nuestro país, si sueñan con cambiar el mundo, ¿por qué no sugerirles que opten por ser maestros?

Este desafío pasa también por las escuelas superiores de Formación de Maestros. Allí tienen que estar los mejores maestros del país, aquellos que poseen la mejor formación académica, los que han innovado y han investigado, aquellos que son probos éticamente. No hay cabida para quienes se han vestido de azul desde el 2006 o para aquellos que no son críticos con la realidad nacional. Busquemos a los mejores para profesores.