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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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En tiempos de riesgos, ¿la ciencia cuenta?

En tiempos de riesgos, ¿la ciencia cuenta?
Las sociedades actuales se caracterizan, fundamentalmente, por ser espacios inciertos donde campean los riesgos y escasean las certezas, donde la vida social y cotidiana está influenciada por una serie de riesgos que sobrepasan las esferas individuales y se centran en la esfera global, tal es el caso de los riesgos ambientales, los riesgos en el consumo de alimentos, etc.

Las incertidumbres, históricamente, han buscado respuesta en la ciencia como criterio de certeza, dándole una suerte de poder especial para la predicción del futuro y el entendimiento de la naturaleza.

Los referentes tradicionales de seguridad se ponen en cuestión y se deslegitiman. La familia, la comunidad y el Estado ya no son los referentes institucionales que garanticen y puedan dar seguridad a sus miembros. Estos marcos institucionales van a dar paso a una nueva concepción de la seguridad, centrada en una ciudadanía crítica que ejerce sus derechos desde el acceso al conocimiento.

La ciencia ocupará el lugar de la política en la construcción de los sentidos de seguridad. Es decir, no será la institucionalidad político - social - económica la que garantice la sensación de seguridad, sino la concepción de que el conocimiento científico puede generar los instrumentos y conceptos que permitan enfrentar los riesgos globales con relativo éxito o, por lo menos, dar la esperanza de una solución global.

Pero ello no es suficiente. Cada vez es más evidente que los riesgos se enfrentan y resuelven por conocimientos que poco tienen que ver con el método o la ciencia, mucho menos con el uso consciente de la racionalidad, es decir todos aquellos recursos que vienen del conocimiento familiar y subjetivo ligado a la creatividad y al afecto cotidiano que también explica nuestra presencia y relación con la naturaleza.

Esta realidad nos pone en uno de los escenarios más antiguos de pugna simbólica que los humanos estamos transitando: la disputa por la validez del conocimiento científico sobre el conocimiento popular; el conocimiento construido individualmente y con base en un método universal, frente a un conocimiento colectivo cuyo método es la cultura, si acaso lo tiene.

Entonces, cuando hablamos de cultura científica, hablamos de espacios de diálogo de ambos conocimientos desde por lo menos dos lógicas referidas a mirar y valorar adecuadamente el conocimiento popular, que devienen de procesos sociales y culturales de ensayo y error que, de alguna manera, han generado certezas de ordenamiento de la realidad y la naturaleza, al igual que la ciencia, pero que no han seguido el método científico; y por otro lado los conocimientos populares que obedecen a coyunturas que no han logrado el carácter de ordenadores y explicadores de la realidad y la naturaleza.

El otro escenario de diálogo está referido a la apropiación social del conocimiento científico como una de las dimensiones de la cultura científica. Es decir, tenemos que cerrar las brechas entre los generadores de conocimiento y los demandantes de conocimiento, por lo que parte de la cultura científica será la apropiación social de los conocimientos científicos para que las personas encuentren familiaridad y cotidianidad en la aplicación del razonamiento y conocimiento científico al momento de tomar decisiones cotidianas, sin el miedo y la aprensión de sentirse descalificadas en sus referentes cotidianos.