Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:03

Un año de Gobierno privado

Un año de Gobierno privado
Las líneas que siguen solo son observaciones remarcadas sobre el primer año del Gobierno de Macri en Argentina. No pretenden ser un balance o, en todo caso, se plantean preguntas y aseveraciones sobre los diferentes balances que se pueden hacer. Asimismo, vale prevenir que son, estrictamente, reflexiones acerca de la gestión macrista. Más adelante y si cabe, por aquello de las costumbres de fin de año, corresponderá echar una mirada sobre el conjunto de los actores sociales. Esto último siempre es bueno subrayarlo, porque en política suele olvidarse que los aniversarios también los cumplen los gobernados.

Una alternativa es pararse desde lo que Cambiemos prometió en campaña. De hacer eso, sin contar la prosa de escuela primaria en cuyas frases vacuas persisten Macri y equipo, el arqueo da un contraste estremecedor. No se produciría devaluación alguna; el impuesto a las ganancias para los trabajadores pasaría a mejor vida por completo, en rango de juramento primordial; las inversiones lloverían de la noche a la mañana por el solo efecto de abrirse al mundo; las pymes ocuparían un lugar de privilegio, al igual que ciencia y tecnología; la inflación sería el problema atacable de entrada; el Poder Judicial se convertiría por fin en un órgano independiente (la situación de Milagro Sala y los presos políticos jujeños eximen de cualquier otro comentario) y Fútbol para Todos habría de mantenerse. La lista continúa y es larga, desde ya, pero abre el interrogante de si acaso era sensato creer en que un Gobierno de naturaleza neoliberal explícita podría ejecutar semejantes promesas. Está bien: eso entraría en el campo de la responsabilidad de quienes lo votaron. Sin embargo, desde la Alianza gobernante se podría retrucar, respecto de esas ofertas de campaña insatisfechas, con comentarios y justificaciones diversos. Que no hubo devaluación, sino sinceramiento básico, que el compromiso sobre ganancias se relacionaba con una herencia que no percibían tan catastrófica, que el combate a la inflación debe ser visto a mediano plazo y así, sucesivamente, más que después de todo apenas llevan un año y las facturas hay que pasarlas cuando se cumpla el período total. La discusión, entonces, se torna algo estéril porque (les) cabe el beneficio de inventario de que todavía falta. Luego, apreciado desde los intereses de la clase dominante para la que administran en nombre propio, un tipo de balance diría que han sido eficientes y que merecen un 10 o un 15, no un 8, por la forma en que multiplicaron las ganancias del sector. Pero otra pauta de razonamiento señalaría que la impericia de Macri ya no solo como conductor, sino como mero articulador político, pone en riesgo la estabilidad del Gobierno y, con ello, la tranquilidad futura de sus socios, no la individual, sí la corporativa. Es indesmentible que cooptaron al Estado, pero es incierto —y muchísimo más en una sociedad con amplios reflejos combativos o conflictuales— que sus capacidades gerenciales en el mundo privado sirvan para comandar un país, no una empresa.

En el libro “Plan Macri, Argentina gobernada por las corporaciones”, cuyo compilador es el colega Ari Lijalad, las sociólogas Paula Canelo y Ana Castellani trazan una radiografía del gabinete nacional del Gobierno macrista. Para los desmemoriados que más que faltar sobran, junto con quienes por razones generacionales o de vagancia intelectual no suelen revolver antecedentes gubernamentales, se recuerda que la extendida presencia de CEO en altas esferas de la administración pública no es un fenómeno nuevo (...).