Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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No dejemos de hablar del agua

No dejemos de hablar del agua
Por algún motivo que seguramente los psicólogos podrán explicar mejor, los ciudadanos bolivianos nos preocupamos de un problema solo cuando las papas queman y estamos a punto de quedarnos sin opciones, sin futuro. Acaba de suceder con el agua.

En los últimos diez años, expertos y periodistas dedicados al cuidado del medioambiente alertaron que en el futuro faltaría agua y dijeron, incluso, que los grandes conflictos y hasta guerras serían por las disputas del acceso al líquido vital para la vida humana. No hicimos mucho caso y, bueno, ahora estamos como estamos: con racionamientos. Sin embargo, corremos el riesgo de que las lluvias que ya empezaron a caer nos hagan olvidar el tema hasta que nuevamente vuelvan a quemar las papas; aunque de tanto entrar al horno algún día no habrá ni qué quemar.

Y es que no todo lo planeado para el tiempo de sequía se hizo hasta ahora. Por ejemplo, a medio año de la aprobación del Plan de Emergencia Departamental para atender el problema de la sequía en Cochabamba, las tareas no han sido concluidas. Hasta donde se sabe, la perforación de pozos es una de las actividades que tiene más demora. En algunos municipios, como Omereque, se realizaron las excavaciones, pero falta la instalación eléctrica y de plomería para el funcionamiento de las bombas.

Este es solo un botón de muestra de uno de los temas sobre el que las autoridades de todos los niveles y representantes de la sociedad civil tienen que sentarse a hablar: la lentitud en la ejecución de los planes, sobre todo cuando se trata de la vida misma del ser humano que no puede darse sin agua tanto para consumo humano como para riego.

En ese frente, ministros, Gobernador y alcaldes debieran discutir sobre todo lo que ocasiona lentitud en sus reacciones y movimientos en general porque, hasta donde se sabe, existe, también, mucha burocracia relacionada con los trámites que se deben realizar, seguir y respetar a la hora de actuar. Si eso no se cambia, si las autoridades están más pendientes de los trámites que de dar una atención oportuna a la población, debieran revertir ese escenario aprovechando que, tal vez, las lluvias den un respiro. ¿Lo harán o se sentarán a esperar el próximo escenario de crisis en 2017? Sería una mala idea.

Junto con esa medida, ojalá las y los ciudadanos viéramos otras como, por ejemplo, que en los presupuestos anuales se destine más dinero a obras esenciales que a embellecer lugares para ganar rédito político. Por donde se mire, estos ya no pueden ser tiempos de gobernadores y alcaldes “light” porque el ser humano está teniendo problemas esenciales que están poniendo en riesgo su propia existencia.

Pero también necesitamos autoridades nacionales que sepan del tema. Más allá de cuán bien o mal lo hizo la ministra de Medio Ambiente y Agua, Alexandra Moreira, ella no debería esperar a que le pidan o exijan su renuncia. Ella debió renunciar hace tiempo si es que tiene un mínimo de sentido de responsabilidad porque este tipo de cargos debe ser entregado a un especialista que incluso tenga experiencia en crisis de agua.

Y los que no somos autoridad tenemos que ayudar a concientizar a la gente. No podemos seguir derrochando agua. No podemos seguir contaminando el medioambiente como lo hacemos. No podemos seguir echando la basura en cualquier lado. No podemos seguir cortando árboles solo porque nos estorban. No podemos seguir comprando y comprando solo por estar a la moda. No podemos porque tenemos la obligación de darles a nuestros hijos un futuro.

Ahora es cuando y, para empezar, hay tareas que ya se están haciendo y debiéramos apoyar como es la campaña de reforestación que empezó en Tiquipaya.