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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Vilipendio de la cultura

Vilipendio de la cultura
Entre nosotros es lugar común asegurar que alguien culto es inteligente, y no solamente eso; sino que, “en occidente, desde la antigüedad clásica al humanismo renacentista, incluyendo el cristianismo y la llamada ilustración, se ha convenido en que una persona culta también es compasiva, empática, solidaria, amable y quizá hasta sabia”. Este enorme error de apreciación ha traído consigo una serie de malos entendidos.

Por otra parte, y acaso a raíz de la imposibilidad de la mayoría de las personas para adquirir cultura, que involucra el ocio suficiente para leer, el dinero adecuado para viajar, y contar con los pertinentes amigos informados que nos alimenten de datos, se ha desarrollado la supuesta antítesis de la cultura, que se basaría en el hecho de ser inteligente, tomada la inteligencia “como las habilidades con connotaciones un tanto más científicas, y como una característica casi fisiológica que puede medirse y cuantificarse”. Así que esta se ha pensado y estudiado sobre todo como una cualidad inherente de la especie, concluyéndose que nuestra inteligencia es resultado de la evolución y, por lo mismo, todos los individuos la tienen.

¿Tendrá esta inteligencia algo que ver con las malas decisiones tomadas y que resultaron en el accidente en que pereció el equipo Chapecoense? ¿En la falta de previsión que derivó en la escasez de agua en La Paz? ¿En la egoísta idea de los grandes proyectos que necesita destruir los bosques y el medioambiente para lucrar ahora y destruir la herencia del planeta? ¿En la estupidez insaciable de las guerras? ¿En las maneras en que cada quien procura, sin importar que sea a costa de los demás, de la desgracia de los demás, hacer más y más dinero? ¿La manera en que queremos ganarle al semáforo? ¿La forma en que lastimamos nuestro cuerpo con excesos que a la luz objetiva aparecen absurdos?

Inteligencia, cultura, intelectualidad han dejado al mundo como está, y no parece ser el mejor lugar para vivir. Pues la ética hermanada con la estética no siempre es producto de la cultura de la gente, ni de su intelectualidad, ni tampoco de la denominada inteligencia.

Atiborrarse de información, o repetir como loros los conceptos de otros, a quienes decimos entender, y seguir, no deja de ser una soberana pérdida de tiempo.

La lectura es importante, pero no la restrinjamos al solo hecho de descifrar los signos escritos; sino digerirlos, contestarlos permanentemente, construir una posición a partir de la reflexión de lo que se lee. No me parecería disparatado afirmar que se pueden leer las artes, la naturaleza, la sociedad, el entorno. Así como se pueden leer los intrincados movimientos de las aves o con una mirada algún destello del alma de quien nos ama.

Desde muy niños se nos ha plagado de convencionalismos, de teorías que repetimos hasta el hartazgo, ¿no decimos cada mañana los “buenos días”, sin tener la más mínima intención de ese deseo? Así, hasta la situación más compleja se la realiza de manera automática. El más culto dirá: “Sí, ya escuché en algún lugar algo de esto, me parece que fue esperando a Godot”. Y lo dirá acaso para que muchos queden perplejos y sin atreverse a saber quién es Godot, menos Beckett. Cosa que, sin duda, no tiene ninguna importancia, a no ser por la reflexión que nos provoca.