Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:06

Las Abigail en Bolivia

Las Abigail en Bolivia
La rabia, la indignación y la impotencia calentaron las redes sociales en los últimos días. El padre y la madrastra de Abigail, una niña de siete años, están acusados de haberla golpeado hasta ponerla cerca de las garras de la muerte, que cuatro días después terminó llevándosela. Las causas del fallecimiento fueron: shock séptico refractario, traumatismo cráneo encefálico y edema cerebral severo, politraumatismo compatible con maltrato infantil por acción y omisión, insuficiencia renal aguda, alteraciones metabólicas y del estado ácido base y falla multiorgánica.

El último jueves, ella se fue para siempre. Falleció a las 05.05 en Terapia Intensiva del Hospital del Niño de la ciudad de La Paz. Nunca tuvo una oportunidad, ni siquiera después de que la golpearon, porque llegó muy mal a las manos de los médicos. Nunca llegó a despertar del todo.

Su padre, para el que comentaristas de redes sociales han asegurado no tendrá perdón ni en la tierra ni en el cielo, ya está en la cárcel de San Pedro y la madrastra en el Centro de Orientación Femenina de la zona de Miraflores en la ciudad de La Paz, y todo hace prever que ambos recibirán 30 años de pena por infanticidio de comprobarse que fueron quienes la golpearon tanto.

Esa historia parecería terminar ahí, tras las rejas. Sin embargo, el problema es que no sabemos con exactitud cuántas Abigail existen en este momento en Bolivia, porque los maltratos físicos y psicológicos no cesan, llegando a extremos como este.

Es, entonces, que uno se pregunta en qué momento de la historia de la humanidad nos encontramos, cuánto evolucionamos de manera real y qué fue lo que, en verdad, evolucionó en el planeta llamado Tierra.

Nos jactamos todos los días de cuán avanzada está la tecnología, pero destruimos árboles y terminamos con el agua; recordamos cuánto ha avanzado la humanidad, pero golpeamos a los niños y mujeres como si estuviéramos en los albores del mundo; nos vanagloriamos de la cantidad de medios de información que tenemos a nuestra disposición para entender el mundo, pero optamos por la crónica roja y el amarillismo para “alimentarnos” diariamente.

Ni siquiera existe un nombre exacto para este tipo de personas que masacran a un ser que debiera ser el más querido, porque pertenece a la familia. No podemos llamarles animales, porque hasta estos cuidan a sus crías. Su naturaleza, de hecho, ya ni siquiera es humana y por ello requeriría que el idioma invente un término para estas personas capaces de lastimar en semejante grado a un niño que, encima, es suyo.

¿Y los demás qué hacemos frente a este cuadro de extrema inhumanidad?, ¿protestamos?, ¿lanzamos calificativos de todo calibre mediante las redes sociales?, ¿le enviamos mensajes a Abigail hasta el otro mundo?, ¿le decimos que es un ángel?, ¿le decimos que estará mejor con Dios?, ¿le decimos que tuvo la suerte de mejor irse para el otro lado?, ¿qué les decimos a los miles de niños que sufren como ella sufrió?, ¿les diremos que miramos de palco?, ¿les diremos que no hacemos nada porque no son nuestros hijos?, ¿les diremos que como sociedad estamos enfermos?, ¿les diremos que Sodoma y Gomorra fueron cuento al lado de lo que hoy pasa?, ¿les diremos que somos cómplices porque no hacemos nada?, ¿qué les diremos?...

Si como sociedad no nos organizamos y levantamos para decir: “¡Basta!”, y nos organizamos para denunciar y evitar este tipo de extremos; si como sociedad no exigimos a las autoridades el cumplimiento de las leyes; si como sociedad no apuntalamos la educación de nuestros hijos y de los hijos ajenos en los hogares y los colegios, no pasará nada y las Abigail seguirán muriendo. No podemos seguir lavándonos las manos y tampoco podemos seguir esperando las ganas de autoridades negligentes, lentas y sin visión.