Recientemente, la ASFI ha otorgado licencia de funcionamiento a las empresas administradoras de tarjetas en el país. De esta manera, las dos redes, Linkser SA y ATC SA, han sido incorporadas al ámbito regulatorio de la Ley de Servicios Financieros.

Entre ambas empresas se reparten la administración de las tarjetas de crédito y de débito, que se denominan también como “dinero plástico”, y que es el vínculo para realizar operaciones en 5 mil comercios formales del país y en más de mil cajeros automáticos del sistema bancario. Las tarjetas brindan seguridad y comodidad a los usuarios finales (tarjetahabientes) para sus transacciones diversas, como la compra de artículos farmacéuticos, de productos de primera necesidad y alimentos, de entradas para el cine, de ropa, de boletos de viaje, etc. Estas tarjetas también se emplean para operaciones de comercio por internet.

Se estima en 3 millones la cantidad de tarjetas en el país, de las cuales solo 100 mil son tarjetas de crédito y el resto son tarjetas de débito, por lo que el gran potencial para profundizar medios de pago está en las tarjetas de débito. Sin embargo, hay aspectos de formalización de los negocios comerciales y de cultura financiera en el tarjetahabiente que evitan un mayor crecimiento del mercado.

Pese al contexto económico y el nuevo marco regulatorio bancario, una de las líneas de negocio que los bancos están alentando es la de las tarjetas de crédito, porque ofrecen una alta rentabilidad dadas las elevadas tasas que cobran (más del 20 por ciento ), aun a pesar de su pequeño número en el mercado. De ahí que surjan diversas iniciativas bancarias para llegar a la clase media e incluso a los microempresarios con este “dinero plástico”.

Sin embargo, el mercado es dinámico y otros actores están entrando a competir en este negocio financiero, como las telefónicas y empresas “fintech” (que utilizan tecnologías de información y comunicación para servicios financieros), que reclaman su parte de la torta. De esta manera están apareciendo nuevas y múltiples formas de comprar, diferentes a las actuales basadas en los celulares, aunque todavía no está muy definido cuándo el móvil se convertirá en el principal dispositivo para efectuar transacciones de pago. El desafío está en conseguir un equilibrio entre la usabilidad, la seguridad y la protección al cliente a través de la innovación.

Las entidades financieras, junto a las dos administradoras de tarjetas, son las que están mejor posicionadas en este mercado y tienen la posibilidad de seguir haciendo innovaciones para mantener y ampliar su cartera de clientes. Lo importante es tener una visión global y abierta del negocio y permitir alianzas entre los diferentes actores.

Hay bancos en el exterior que ya tienen sus propias plataformas para hacer pagos con el móvil o Wizzo (una herramienta para hacer pagos entre particulares y convertir el proceso en algo tan sencillo como enviar un e-mail). Otros actores internacionales, como Google, Paypal y Apple, están desarrollando plataformas muy innovadoras y ambiciosas. Un ejemplo es la aplicación Apple Pay, que permite pagar con tecnología sin contacto desde el iPhone y confirmando con la huella digital. Por su parte, Google ha desarrollado una tecnología de pagos, en su potente correo electrónico Gmail, simplemente adjuntando dinero como si se adjuntara cualquier otro archivo. Las “telcos” (grandes empresasa de telecomunicaciones) están también participando en este mercado, gracias a su fortaleza tecnológica y al número masivo de clientes.

Así que en hora buena que la ASFI haya comenzado a regular este sector tan importante y dinámico de los medios de pago en el país, y bienvenida la era digital con sus facilidades tecnológicas para el usuario.