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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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MIRADAS ANTROPOLÓGICAS

Consumismo y egoísmo

Consumismo y egoísmo
Las formas consumistas han creado espacios que convierten al ser humano en un ser egoísta. Este sujeto se ha replegado individualmente en las representaciones simbólicas de la maniobra que le confieren una forma de ser triunfadora en busca de significados inútiles. Con deseos manipulados, pierde la confianza en sí mismo y su capacidad crítica. Frente a esta situación, no hay cabida para reflexiones profundas acerca del sentido de la existencia y, consecuentemente, el hombre de la cultura de la posesión está ávido por consumir y por llenar su vida, pero es incapaz de poseer una conciencia subjetiva. En la sociedad de consumo, el sujeto experimenta una crisis profunda de vacío existencial porque pasa a ser objeto. ¿No vale nada porque no tiene nada? ¿Dónde queda el hombre como ser?

La antropología realiza una reflexión frente al conocimiento adquirido por el hombre y el dominio del mundo material, donde no se ubican las dimensiones éticas y religiosas del ser humano. Este tema es el que más preocupa, porque el hombre se aleja de la esperanza de tener días mejores, siendo los modelos sociales la despersonalización, la ausencia y la pérdida de identidad. El hombre, en la búsqueda de llenar el vacío existencial con la acumulación de los objetos de la felicidad, ha eludido el conocimiento de sí mismo, y se encuentra con el límite insalvable del sufrimiento y la incertidumbre. Es un límite que va acompañado de indecisión, soledad y angustia. Para vivir humanamente, debe enfrentarse a estas cuestiones que son inevitables para la condición humana.

De este modo, para llenar el vacío y permitirse ser él mismo, está obligado a precisar una transformación del pensamiento en búsqueda de su propia conciencia y la ampliación de su sentido crítico. El hombre, en la observación de sí mismo, debe rechazar la hegemonía de la sociedad consumista que le proporciona una identidad alienada que va destruyendo el sentido de la existencia de su ser. Para conseguir su objetivo, debe reflexionar y hacerse una pregunta crítica sobre el sentido de su existencia. Por lo mismo, conocerse a sí mismo es parte de la sabiduría y madurez humana como algo legítimo. No debe primar la cultura del simulacro en la que unos son controlados por otros. Únicamente con la serenidad y el equilibrio de construirse a sí mismo para dar orientación y sentido a su vida, y mediante la reflexión, confrontará su existencia bajo otra perspectiva diferente.

El hombre se hace humano en el amor, en la palabra, en la realización y en la afirmación del otro. Por lo tanto, ninguna posesión material logra la existencia plena ante uno mismo, ni reemplaza una relación verdadera con los otros. Solo en la medida que se acepte auténticamente, a través de la reflexión del yo y dejando de lado los adornos materiales como objetos esenciales, este hombre conseguirá aceptarse genuinamente a sí mismo.

El retorno a la reflexión y conciencia —de nuestro sujeto— evitará una sociedad competitiva y agresiva, desencantada e incapaz de crear relaciones profundas y perennes en el tiempo. Evitará una sociedad consumista y egoísta en su propio laberinto. Evitará que el consumismo destruya el planeta con plásticos y etiquetas, y que el amor y la solidaridad sean descartables.