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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Los múltiples, diversos y nuevos aros de la cueca

Los múltiples, diversos y nuevos aros de la cueca
La cultura está siempre en transformación o no es cultura. Lo saben los estudiosos de las manifestaciones del arte. No hay obra del tipo que sea que pueda ser calificada como “pura”, pues precisamente todas son producto de múltiples influencias de corrientes, géneros y de los pueblos mismos que las producen.

Pese a lo anterior, son muy comunes en el país críticos y hasta movimientos ciudadanos que aborrecen las mutaciones de la cultura y, algunas veces al influjo de un chauvinismo trasnochado, piden conservar la “esencia” de obras o corrientes que tienen cuna nacional. Una cosa es pedir que se respeten los derechos de autor y que se haga siempre referencia al origen, pero otra muy distinta es exigir que las expresiones se mantengan sin cambios.

Sobre todo en cuanto a la música y danzas folclóricas, se han conocido reproches a los intérpretes que han decidido “estilizarlas”, como si, con la globalización, ahora más que nunca el mundo no estaría en constante interrelación, así como sus expresiones artísticas generalmente fusionadas.

El último de estos casos es el de la cueca. En principio, habrá que anotar que el origen de este ritmo se remonta a la época colonial, siendo resultado de la mezcla de lo indígena y lo español. Durante la Guerra del Chaco (1932-1935), un momento histórico importante para la consolidación de la identidad criollo-mestiza, la cueca se transformó en un discurso patriótico que avivó y exaltó la moral de los soldados y de la sociedad boliviana. Desde entonces, la letra de la cueca es poética y profunda. Evoca épocas históricas, historias de amor y desamor, y sentimientos nacionales, señaló una nota de la Cámara de Diputados, tras la reciente aprobación de una ley que declara Día Nacional de la Cueca Boliviana a cada primer domingo de octubre.

Tan buena norma fue promovida por el cantautor y antropólogo José Wilfredo Claure Hidalgo, más conocido como Willy Claure, quien es, precisamente, uno de los mayores y mejores cultores de la innovación de la cueca. El artista, señala bien su biografía, dio inicio a una nueva forma de interpretación del ritmo (el mismo que tradicionalmente se baila en pareja), llevándolo por una dirección personal, no tradicional, basada fundamentalmente en la melodía.

En la bella cueca "No le digas", el guitarrista comparte autoría con uno de los más destacados escritores bolivianos del siglo XX, el mítico Jaime Saenz. Claure no es cultor tan solo de la cueca “tradicional”; con el paso de los años, fue buscando el embellecimiento y evolución de esta expresión cultural, hasta emparentarla con las más grandes composiciones contemporáneas latinoamericanas.

Ahora bien, aunque sin mencionarlo explícitamente, el trabajo de Claure fue denostado el pasado viernes, en una actividad cultural efectuada en el teatro Achá, también a propósito de la cueca. Se dijo que la producción del cantautor “distorsionaba” el ritmo nacional. A estos críticos, cuya labor, hay que reconocerlo también, es meritoria especialmente en cuanto a la historiación de nuestra música, habría que pedirles que, en vez de aferrarse a posturas conservadoras —nada más extraño si de arte se habla—, unan fuerzas con los creadores para más bien exigir una mayor difusión de nuestra cultura.

Así, en lugar de sin razón hablar mal de iniciativas que le dan frescura a nuestras expresiones, podrían más bien demandar al Estado festivales en los que se presenten todas y cada una de las variaciones de la música y la danza, desde las más antiguas hasta las más actuales. Ello contribuiría a tener una mayor perspectiva de la evolución de nuestras obras e incluso de sus posibilidades de interrelación entre sí, cuando no con otras del exterior que, con certeza, las enriquecerían (y viceversa), lejos de quitarles la supuesta esencia.