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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Amar a un niño tirano (II)

Amar a un niño tirano (II)
Cuando la pareja está implicada en situaciones no resueltas entre sus integrantes, es posible involucrar al hijo en el juego conyugal, entonces se triangula en un juego en el cual obtiene poder. Uno o ambos padres usan al niño en contra del otro. La malcriadez tiene por objetivo evitar la ruptura conyugal. El pequeño se alía con uno de los padres para protegerlo del otro o se sitúa en una posición superior para proteger a uno o ambos padres. Se convierte en abuelo de sí mismo. Esta es la organización del poder en lugar del amor. El sentido de la vida se establece a partir de la búsqueda del éxito, el dominio y la tiranía.

En otra circunstancia familiar, el niño adolece de carencias afectivas. Es ignorado y abandonado por los padres, entonces la malcriadez es un mensaje desesperado de la soledad. El niño solo existe cuando se porta mal, el berrinche es un mensaje de dolor.

Por todo esto, entendí que el comportamiento disruptivo es mucho más complejo en nosotros que en los roedores. Ellos tienen sed de agua; nosotros de amor. La malcriadez no dice mucho del niño, sino de la relación amorosa en la familia. En la familia amorosa se cuida, se protege, se nutre emocionalmente. Los padres no descuidan la relación amorosa entre ellos, organizan naturalmente vínculos jerárquicos claros, los pequeños reconocen en sus padres a los reyes, ellos son príncipes o princesas, no necesitan gobernar porque el reino está racionalmente estable.

Es más fácil achacar al niño sus conductas negativas que asumir la responsabilidad por el entorno que le damos. No se trata de extinguir las conductas, se trata de mejorar las acciones amorosas entre todos los miembros de la familia. Es más, se trata de mirarnos a nosotros mismos en lugar de al otro. La pregunta es: ¿Qué estoy haciendo mal en mi relación amorosa con los miembros de mi familia? Luego, hay que asumir que del amor nada malo puede surgir. Reflexionemos sobre nuestras expectativas en relación a los otros, qué de ellas son cosas nuestras frustradas, qué de ellas son más mis metas que las de mis hijos. Es difícil amar justamente porque nos obliga a reflexionar sobre nuestros impedimentos. Es curioso, las conductas disruptivas de nuestros hijos son ni más ni menos los mensajes tremendos para producir en nosotros cambios sustanciales.

Las técnicas conductuales son buenas pero innecesarias cuando las reemplazamos con el amor. De por sí emerge el respeto en vez de la obediencia, la alegría en vez de la angustia, el encuentro en vez del alejamiento. Así que adiós Skinner. No eres el camino para la educación de nuestros hijos.