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Mundo autosuicida

Mundo autosuicida
Es el primer domingo de octubre de 2016 y algunos quisiéramos levantarnos de la cama con la esperanza de que este mundo dominical “despierte” y mañana sea mejor que hoy. Nadie parece dudar de que casi todo “evolucionó” en este planeta Tierra que a unos cuantos parece dolerles tanto.

Ya no vamos por agua al río como nuestros antepasados… La tuvimos a raudales, para bañarnos 100 veces al día, pero nunca la cuidamos. Un buen día se nos ocurrió matar a cuanto árbol encontramos en el camino. Lo hicimos con el pretexto de que sus raíces afectaban a nuestra vivienda; al otro no nos gustó cómo sus flores ensuciaban nuestra acera y al tercero hasta sus largas ramas nos molestaron porque por ahí podría entrar el ladrón a la casa. Machete a machete fuimos asesinando a nuestros árboles como parte de una guerra silenciosa en la que estos no tenían ni voz para defenderse. ¿Cómo podemos matar a lo que nos da vida?

Ya no tenemos que correr a responder el teléfono y no necesitamos estar en casa para contestar. Se inventó el celular, luego internet y ahora tenemos hasta redes sociales; pero la gente se encuentra y no se comunica. A la hora del almuerzo o de la cena o un fin de semana en un restaurante, cada miembro de la familia está con los ojos puestos en su smartphone. Nadie se habla. Nuestros padres han dejado de escudriñarnos con esa mirada escrutadora de quien parece saberlo todo y que parece estar de vuelta mientras nosotros aún estamos de ida. Estamos más solos que nunca. ¿Cómo podemos acabar con la comunicación que nos hace ser humanos?

Ya no tenemos que treparnos a los árboles para tener en la mesa una mandarina ni tenemos que lidiar con las víboras que se enroscan de la planta de la piña. Nos venden en el mercado frutas de todo tipo, sin contar con las verduras de distintos colores. Pero nos gusta más la comida chatarra que hace daño a nuestro organismo y les damos de comer lo mismo a nuestros hijos, como si suicidarse uno no fuera suficiente. ¿Cómo podemos ayudar a asesinar lentamente a nuestros propios hijos?

Ya no tenemos que esperar que alguien nos enseñe en un aula. Desde que existen las nuevas tecnologías, un sinfín de tutoriales y cursos virtuales, además de libros de todo tipo en internet, allanan el camino para ser autodidacta. Pero preferimos jugar frente a la computadora que estudiar. Los directores de colegio lo hacen mejor: archivan las computadoras que les regalan para los estudios de los colegios. ¿De qué sirven tantas ventajas para el estudio si no sabemos aprovecharlas ni siendo gratuitas?

Ya no existen las antiguas barreras para aquellas parejas que después de haber contraído matrimonio no podían divorciarse por el qué dirá de la gente o la falta de profesión de la madre que tenía que cargar con un racimo de hijos. A pesar de ello, algunos hombres no las dejan ir y prefieren matarlas antes de perder a alguien que siempre vieron como una de sus propiedades, sin incluso pensar dos veces que dejarán a sus hijos sin madre ni padre. ¿Por qué las sociedades que se dicen modernas no pueden superar formas de pensamiento tan antiguas y machistas?

Podríamos seguir enumerando aquello en lo que nos convertimos y, entonces, nos dolería más este mundo en el que vivimos y lo que estamos haciendo con él. Qué Dios, entonces, querrá salvarnos. ¿Habrá alguno al que todavía le interesemos como especie autosuicida? Alguien, por ahí, tal vez podría entender qué está pasando con nosotros. ¿Serán los filósofos, los sociólogos o, tal vez, los psicólogos o psiquiatras? Hemos entrado en dinámicas suicidas y tendríamos que explicarnos porqué. Esta es una pesadilla que nos está asfixiando y matando. Es domingo, un día diferente, debemos despertar.