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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 17:54

El estudio en el colegio hoy

El estudio en el colegio hoy
Otrora, los niños sabían que debían levantarse temprano para bañarse e ir al colegio. Con suerte, lograban esquivar la ducha, pero al colegio debían llegar vivos o muertos, como también se debía ir a misa con ropa de “domingo”. Los varones que vivían en las ciudades sabían que después de salir bachiller llegaba la universidad, hasta donde iban vestidos de terno. Iban para ser médicos o abogados y, si el dinero no alcanzaba, los mandaban a otros lados para ser profesores y uno que otro sacerdote. Si de universidades se trataba, las mujeres no eran parte de esta historia, con contadas excepciones a contarse con los dedos.

En resumen, nadie discutía que había que estudiar y lo ideal era pisar la universidad más. Hoy los tiempos son otros. Vivimos en una época de crisis de paradigmas de muchos campos del conocimiento y ya no vamos al colegio ni a la universidad sí o sí como antes. De hecho, los bachilleres y universitarios suelen tener en su “agenda” muchas más actividades que solo las educativas. Son personas ocupadas.

A pesar de ello, los niños y jóvenes siguen pasando buena parte de su día a día en colegios y, dependiendo de cuál sea, tendrá que hacer más o menos tareas en la casa, a pesar de que gran parte debiera ser resuelta en clases; pero sabemos que no es así. Acto seguido salen bachiller e ingresan en alguna universidad.

A algunos de los jóvenes bachilleres les han estado preguntando sus docentes universitarios qué hicieron en colegio porque, por la cantidad de errores y problemas que los jóvenes perfiles presentan, los profesores de las casas de estudios superiores no entienden qué aprendieron quienes parecen no saber casi nada.

¿Para qué estudiamos hoy?, parecería que es una de las preguntas que podríamos lanzar sobre la agenda de autoridades, profesores, padres de familia y sociedad en general. Gran parte de lo que conocemos como certezas ha ido cambiando a una velocidad nunca vista. Aquellas verdades de la física, la biología y ramas que eran consideradas “ciencia” han dejado de ser tan radicales y certeras. Todo se está moviendo. Nuestros pies andan sobre arenas movedizas. Aquello que un día aprendemos como gran novedad, al mes o al año deja de ser tal. Ya nada parece quedarse quieto por mucho tiempo.

Si es así, lo que aprendemos podría no servir de mucho en poco tiempo. ¿Qué hacemos? Uno de los principales problemas es que nuestros profesores parecen no haberse dado cuenta de esta gran problemática porque ellos siguen enseñando como si el mundo fuera estático, como si lo que ellos aprendieron hace 10 años siguiera vigente y no es así.

Felizmente existen voces como la del presidente y fundador del grupo Jala, Jorge López Lafuente, que nos dice que “necesitamos un modelo educativo por razonamiento, que promueva la creatividad, el pensamiento lógico y la producción intelectual”. Tal vez a ello se podría añadir que necesitamos formar no solo profesionales, sino “personas estratégicas” que sepan adecuarse a todo cambio, sin importar cuán complicado este parezca, con sentido común, inteligencia, mucha creatividad y hasta optimismo; una persona que pueda navegar en aguas de todo tipo.

¿Estamos formando a este tipo de personas?, ¿cómo es un estudiante estratégico? Seguramente, para empezar, tendrá mucho sentido común; podrá solucionar problemas o, por lo menos, intentarlo, y para tal efecto no solo echará mano a sus conocimientos, sino a su creatividad e, incluso, querrá hacer sinergia con quienes le rodean y, para ello, echará a andar su alto sentido de la comunicación. Eh ahí un pequeño gran problema porque las nuevas tecnologías tienden a aislar a las personas y no a volverlas más comunicativas porque incluso la supuesta “comunicación” que se da en las redes sociales no es más que una ilusión.