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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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UN DÍA CUATRO DECIDIERON LLEVAR SU TALENTO A LAS VÍAS. ENTRETIENEN A LOS TRANSEÚNTES POR UNAS MONEDAS.

Calles y plazas, un espacio ganado para el arte

Calles y plazas, un espacio ganado para el arte

Pagar para observar y escuchar, es un hábito de teatros, conciertos, presentaciones y demás; pero escuchar, observar y, posteriormente contribuir, (solo en el caso de que se tenga un par de monedas y si la actividad era agradable) es una práctica en las calles. En Cochabamba existen varios artistas callejeros, quienes día a día se acomodan en pequeños espacios de las aceras y en plazas para mostrar su talento.

Estas actividades son otros medios de generar dinero (un trabajo), aunque el esfuerzo tiene que ser mayor porque dependen del público, que si se siente identificado con ese tipo de arte suele depositar unas monedas en sus latas, sombreros o en algún recipiente que colocan para ese fin.

OPINIÓN hizo el seguimiento a cuatro de los muchos que hay en las calles. Un mimo, un humorista y un par de músicos.

Comentan que salir a las calles se ha vuelto más que un trabajo, una terapia para sus vidas. “El arte siempre es una medicina”, menciona uno de ellos. El realizar estas actividades no solo les ha generado unos cuantos pesos, también algunos contratos en eventos sociales. “En la calle pasa todo tipo de personas y no sabes cuándo pueden contratarte para un evento o para una gira. Hay que hacer el show como si fuera el último”.

La duración de su espectáculo callejero varía según el lugar y la hora. Sus repertorios son renovados constantemente para no aburrir al público que continuamente circula por estos sitios que se convierten en espacios culturales callejeros.

“Callear” es una nueva palabra que se agregó a su vocabulario a consecuencia de su rutina, es decir, actividades en las calles. “Hoy nos toca callear”, expresó uno de ellos.

Uno de los temores que tienen esos artistas es ser desalojados de su espacio de trabajo. Según un miembro de la Intendencia de Cochabamba, quien quiso mantener su identidad en reserva, una de sus labores principales es controlar el asentamiento de gremiales en espacios públicos para no obstaculizar el paso de los peatones.

“Si vemos que ellos (refiriéndose a los artistas callejeros) están obstruyendo la circulación en las calles les pedimos que desalojen”.

Dindi, el “guitarman” de las plazas cochabambinas



David Diendorfer es un guitarrista que desde el 2013, junto a su amplificador, se instala a las 17:30 en la plazuela del Granado para tocar blues. En pocas oportunidades lo hace en la plaza Colón.

Nació en Suecia, pero es de padres bolivianos. La familia Diendorfer continuamente visitaba Bolivia, pero en 2013 decidió quedarse. La vida de músico callejero la inició en su país natal a los 16 años, acompañado de amigos. Hoy, continúa con la misma práctica, pero esta vez lo hace solo.

Jueves y viernes son los días que acostumbra realizar sus presentaciones. Su rutina le ayudó a conformar una banda de blues denominada “Raw Diesel”, integrada por músicos reconocidos como Mauricio Salazar (batería) y Raymundo Bernal (bajo).

Comentó que la duración de sus presentaciones en las calles no excede de dos horas, pero la mayoría de las veces es variable porque suele aprovechar ese momento para estudiar música para su banda.

“Ahora no solo toco en las calles, también lo hago en boliches. Este espacio me ha abierto puertas en diferentes ámbitos, por ejemplo, a tener mejores ingresos económicos, conocer amigos músicos y a mi actual familia”, agregó Diendorfer.

Más de 40 años en el mimo y en las aceras 

Walter Callisaya es otro humorista más de las calles, pero con la especialidad en mimo. Lleva más de 40 años plasmando su trabajo en las vías de toda Bolivia. “Yo soy callejero y, ahí, voy a morir”, relató.

Nació en Sucre en 1941. Migró a Francia de niño, fue ahí donde realizó sus estudios en una Escuela de Teatro. A los 20 años retornó a Bolivia por cuestiones familiares.

Los primeros años subsistió de la docencia en varios institutos de teatro en Sucre y Santa Cruz, pero prefirió la calle como fuente de trabajo.

Las puertas del teatro Adela Zamudio y parque Mariscal Santa Cruz son sus escenarios cuando visita Cochabamba.

Con gestos y sonidos graciosos, llama la atención del transeúnte, invitándolo a depositar unas monedas en un recipiente de aluminio.

“Yo fui hacia la gran montaña y no esperé que ella llegue a mí”, dijo refiriéndose a las calles.

Minaya: “No tengo a una familia que mantener, pero me sirve para mis pasajes”

Son las 9:30 de un jueves. Álvaro Minaya alista su violín y acomoda su estuche frente a él para recibir unas monedas. Se instala en las puertas del Teatro Adela Zamudio en la avenida Heroínas casi 25 de Mayo. Su repertorio varía entre música clásica y soundtracks de películas hollywoodenses.

Nació en Cochabamba y tiene 22 años. Estudió cuatro años en el conservatorio de música clásica Man Césped y fue músico de la Filarmónica de Cochabamba. No logró sentirse satisfecho con ello y decidió llevar su música a las calles.

En junio cumplió un año de dedicarse a tocar en las vías públicas, gracias a la influencia de su profesor Michael Fragomeni, un músico italiano quien también solía presentarse en la plaza Colón, llegó a ser profesor de varios institutos de música.

“Lo hago porque me ayuda a interactuar con mi público y a la vez me cancheo (trabajo) para mis pasajes de la semana. Hasta ahora lo mínimo que gané en un día fue 13 bolivianos y lo máximo 200, el monto es relativo, depende del lugar y la hora”.

Gracias a sus participaciones callejeras, ha tenido buenos contratos de trabajo, principalmente como profesor particular.

También lo contratan para tocar en eventos sociales y en cenas privadas, “un día me han llevado a una pedida de mano. Tuve que vestirme como Romeo para sentirme más romántico. La chica le dijo que no, al final me tuvo que pagar lo pactado”.

Minaya se encuentra en la etapa final de la carrera de ingeniería en sonido en la Universidad Técnica Privada Cosmos (Unitepc). “Alguna vez mis docentes me han visto y me molestaban en clases, al principio me avergonzaba, ahora ya no”.

Una vez concluidas las 20 canciones de su repertorio, guarda su arco y su violín y se retira del lugar. En ocasiones el show dura una hora, pero otras veces menos.

La periodicidad de sus shows es variada. “Salgo de dos a tres veces por semana, dependiendo cuán necesitado estoy”, mencionó con un tono burlesco.

Transeúntes apoyan a los artistas

Algunos de los transeúntes que circulan por estos espacios opinaron que estas actividades ayudan a distraer y alegrar el día no solo de quienes se toman la molestia de permanecer un momento para observar y/o escuchar a estos artistas callejeros. 

“Cada vez que paso por estos lugares suelo depositar unas monedas para apoyarlos y porque hacer eso (halagando el talento del artista) es de valientes”, comentó un joven.

El humorista Pantoja argumenta que en otros paîses, los artistas sin importar si son de teatros o callejeros, tienen su prioridad en la gente.

La dueña de una tienda en la calle San Martín, Martha Céspedes, mencionó que “muchas veces los músicos callejeros se han instalado en las puertas de su negocio.

Nunca les he dicho nada, más bien los he apoyado y ellos también invitaban a las personas a pasar a mi tienda”.

Añadió que las calles se visten de música y humor cuando estos artistas salen a realizar sus espectáculos.

Estos artistas concentran a grandes y chicos, sobre todo por las noches.

Muchos aprovechan el paso por esos espacios para reír un rato con los chistes que realizan los talentosos comediantes que han hecho de las calles su mejor espacio para demostrar su arte y talento.

Los chistes del “Negro” se escuchan en las plazuelas

Desde la entrega de la remodelación de la plaza 14 de Septiembre, el 29 de enero, Nilo Pantoja, junto a un grupo de humoristas callejeros, se establece en la esquina de la Catedral (Sucre y Esteban Arze) realizando diariamente shows para alegrar a transeúntes. Antes solía hacerlo en pleno centro de la Plaza, a un lado del cóndor.

El Negro (sobrenombre) nació en Oruro. A los 17 años tuvo su primera experiencia con el humor.

Recordó que se preparó durante varias semanas. “Fue un éxito total”.

Su talento lo llevó a conocer a su esposa, quien fue su admiradora durante varios meses, participando casi a diario en sus eventos callejeros.

Pantoja comentó que se siente orgulloso de su trabajo, pero a diario se presenta el reto de captar la atención de las personas al momento de iniciar su show.

“Hay que arreglárselas para llenar ese espacio. Mientras más lleno nos va mejor (refiriéndose a lo económico)”.

En su trayectoria callejera, le han ofrecido varias propuestas para ser parte de elencos de teatros, circos, actor de cortometrajes, pero las rechazó por “razones de fuerza mayor”.

Hoy busca la valorización y apoyo de autoridades para el humor callejero, que cada vez engrandece la familia de artistas.