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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Reputación de una marca periodística

Reputación de una marca periodística
Existe tras los medios de comunicación como los conocemos tradicionalmente un modelo de negocios basado en espacios compartidos por la información y la publicidad. Si antiguamente quienes hacían posible la sobrevivencia de dichos medios eran la publicidad y las ventas del producto, hoy ese escenario se ha reducido básicamente al soporte publicitario.

Desde que nació internet y posteriormente las redes sociales, demasiadas cosas han cambiado para los medios llamados hoy tradicionales (prensa, radio y televisión). Primero, hoy pisan un suelo movedizo de incertidumbre porque no saben de qué vivirán mañana si el modelo de negocios que les permitió subsistir durante siglos agoniza. Entonces, surgen las voces agoreras que hablan del fin del periodismo. Un absurdo. Lo que está en juego hoy es un tipo de negocio, no el periodismo como tal si este es de calidad y obedece a las necesidades y expectativas de la población.

Sin embargo, el temor a este suelo movedizo ha ocasionado que las barreras éticas entre la información y la publicidad sean traspasadas cada vez que a un determinado medio le interesa hacerlo por motivos económicos. Por ello, hoy estamos dispuestos a prestar el nombre de nuestro medio a quien ofrezca el suficiente dinero para elaborar, por ejemplo, una portada falsa.

Lamentablemente, pareciera que no nos damos cuenta de qué significa este tipo de acciones. La marca o nombre de una empresa no es solo una palabra. Encierra un conjunto de valores que forma parte de la identidad del medio. Es más, los teóricos de hoy nos dicen que, sin importar cómo se crea una marca o cómo se establece la comunicación con la gente a la que ésta va dirigida, el éxito o fracaso de una marca depende de la experiencia que el consumidor obtenga de ella. De hecho, la marca es una experiencia; es una promesa que se le hace al consumidor y debe ser cumplida. En ese sentido, la “promesa” que los periodistas hacemos a través de nuestros medios a la sociedad es informarle de manera equilibrada y no apegada a ningún interés político o económico o, en pocas palabras, le decimos que puede creer en nosotros. Esto significa que nuestro valor más importante es el de la credibilidad.

Difícilmente un lector podrá creer que un medio de información es creíble y equilibrado si de cuando en cuando manda, mediante sus acciones, mensajes implícitos como, por ejemplo: “Necesitamos dinero y a quien nos lo ofrezca, estamos dispuestos a alquilarle por un día nuestro nombre para que elabore portadas falsas”.

Peor aún, el otro mensaje que puede ir con aquel es que los medios de información y los periodistas usamos la ética y la Ley de Imprenta solo como banderas cada vez que nos sentimos atacados porque el resto del tiempo ambos pasan al estante del olvido.

Lo peor de todo es que no solo no reflexionamos sobre el daño que nos estamos haciendo y el que le hacemos a nuestros lectores, sino que ni siquiera queremos hablar al respecto con el argumento de que si los demás medios lo están haciendo, por qué deberíamos hacernos problema nosotros.

Esta práctica nació hace unos 10 años en Bolivia. Al principio, muchos propietarios de diarios se opusieron a aceptar este tipo de manejos de las portadas de sus periódicos. Sin embargo, poco a poco, por la falta de dinero o las ganas de tener más, se fue aceptando.

Ojalá que nos diéramos un respiro… No nos engañemos, revisemos qué pasa en el mundo. Las nuevas generaciones están exigiendo de todas las empresas no solo productos, sino ética y una mayor responsabilidad frente al entorno. Ya no quieren comer por comer, ver por ver, escuchar por escuchar, informar por informar. ¿Cómo nos llega esto a los medios?, ¿de qué forma nos toca?, ¿qué esperan de nosotros las nuevas generaciones?