La medalla de oro que el gimnasta brasileño Arthur Zanetti conquistó hace cuatro años en Londres fue la presea 500 de América Latina en la historia de los Juegos Olímpicos.

Fue un hito cargado de simbolismo ya que sirvió para reivindicar el poderío del deporte olímpico de esta región antes de que Río asumiera el relevo organizativo.

Esa ciudad será la primera que albergue una cita olímpica en Sudamérica y la segunda de Latinoamérica, tras los Juegos de México 1968. Los deportistas de la zona verán multiplicada su motivación ante la chance de merecer el podio.

Así le ocurrirá a Neymar. El delantero del Barcelona volverá a ejercer, a sus 24 años, como rostro más visible del fútbol de su país. Lo hará con el cometido de conducir al equipo brasileño hacia el triunfo después de dos fracasos, en el Mundial y en la Centenario.

Ney confía en emular a su amigo Lionel Messi. El rosarino fue campeón hace ocho años en Pekín.

La esperanza del ciclista colombiano Nairo Quintana se cayó. Estuvo en el Tour de Francia, pero los problemas físicos le impidieron disputar la supremacía de Chris Froome.

El desafío de triunfar en el país brasileño sigue “picándole” al basquetbolista argentino Manu Ginobili. En la ciudad brasileña, Ginóbili interrumpirá cuatro años de ausencia con su selección para dar su último servicio.

Lejos de las canchas de baloncesto engrosó su palmarés la colombiana Mariana Pajón, campeona olímpica y 18 veces del mundo en BMX.

Dos disciplinas, el boxeo y la lucha, se presentan como las principales opciones de Cuba, que volverá a confiar la responsabilidad de portar la bandera en la ceremonia inaugural a Mijaín López.

El luchador fue el abanderado de la delegación cubana en Pekín 2008 y de Londres 2012. En ambos eventos fue campeón en lucha grecorromana (130 kilogramos).

Si Venezuela se contagia de la ambición de su abanderado, el esgrimista Rubén Limardo, República Dominicana hace lo propio con el velocista Luguelín Santos.

El COI llena su mesa

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