Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 11:57

PRECISIONES

Sin borrón y cuenta nueva

Sin borrón y cuenta nueva
La guerra verbal que se ha desencadenando con Chile ha llegado a extremos que no se pueden solucionar con un postrer pedido de buscar el diálogo a nivel presidencial. Independientemente de lo justificadas que puedan ser nuestras motivaciones, arremeter como se lo ha hecho, violando cuanta norma diplomática existe bajo la égida del propio Ministro de Relaciones Exteriores, es un craso error diplomático que nos va a costar muy caro en el obligado relacionamiento que tenemos con ese país vecino.

Si algo se puede recomendar a los que manejan nuestra política exterior es que tengan más prudencia. Prudencia es el cuidado, la moderación o la sensatez que se pone al hacer algo para evitar inconvenientes, dificultades o daños.

Hay que leer con detenimiento el comunicado chileno para evaluar el daño que la actitud encabezada por el canciller Choquehuanca ha causado a la imagen del país y al futuro de nuestras relaciones bilaterales, pues el documento disemina y fundamenta acusaciones de dañar la soberanía chilena, amplificar falsedades, y se nos endilga ser irresponsables y abusivos. Lo más grave es que hemos servido de peldaño para que Chile proclame a los cuatro vientos, y con sobrada fundamentación, que “en Arica y Antofagasta hay un solo soberano: la República de Chile”. El comunicado seguramente ya ha sido debidamente traducido y estará en las carpetas de todos los jueces de la Corte de La Haya, y probablemente estén analizando el alcance de nuestra posición tan reiteradamente proclamada de que estamos buscando una vía pacífica de solución a la controversia.

Ahora, el señor Presidente ordena, según el Vicecanciller, que “invitemos al diálogo” a Chile. Se trata de algo que cuesta entender, ya que, paralelamente a este pedido de diálogo, el Ministro de Defensa, en clara alusión a Chile, sostiene que las Fuerzas Armadas de Bolivia tienen que estar preparadas para resistir “hasta la última gota de sangre” cualquier agresión, venga de donde venga y por aquellos que están interesados en “pisotear” al país.

La diplomacia es el arte de la negociación. La negociación se caracteriza por tratar de persuadir al interlocutor para que haga o no lo que uno quiere que se haga o no. El diplomático tiene que saber persuadir, para ello tiene que actuar con prudencia, esa cualidad que está ausente en el manejo de nuestra política exterior.

El duro mensaje chileno, seguido inmediatamente por la invitación al diálogo, es el reflejo de esa veleidosidad que parece dominar a nuestra diplomacia y que solo halla justificativo en la falta de oficio del Canciller que, después de 10 años, no ha podido darse cuenta de que una cosa es el relacionamiento con movimientos sociales, para lo cual hay que tener, ciertamente, cualidades especiales; y otra, muy diferente, es el relacionamiento con potencias extranjeras que se dan en un contexto de intereses regidos por el derecho internacional. No se puede utilizar lo que se necesita para un contexto en el otro. La cosa no funciona así, el Canciller debió haberse dado cuenta y no arrastrarnos al ridículo internacional.

El Gobierno necesita tomar conciencia de que el retorno al diálogo será, en adelante, cuesta arriba. Y cuando inevitablemente se llegue a este, habrá que iniciar un largo camino para recuperar la confianza, requisito indispensable para sentarse en una mesa de negociación.

En política internacional, no hay borrón y cuenta nueva; todo queda registrado e incide en futuras negociaciones. Peor aun si no se tiene un norte definido, una estrategia clara e idoneidad negociadora.