DESDE AFUERA
Frankenstein en la Casa Blanca
La estrategia del candidato Trump es escapar hacia adelante hasta que asuma el presidente Trump. Donald J. Trump, Egotist-in-Chief, construirá un puente con su nombre y le imprimirá su estilo al Partido Republicano hasta que los mismos republicanos se sacudan la mugre ideológica. Hay quien dice que Mike Pence está allí para eso, para mantener a Mr. President en la línea de lo políticamente tolerable para el GOP [Partido Republicano], que es largamente menos tolerable para una buena porción del mundo civilizado. Pence es el último intento del Partido Republicano por no acabar en la miasma política. Porque, sí, Trump es horrible, pero el monstruo de [la escritora] Mary Shelley también fue el hijo de alguien y ese es el GOP, el padre de La Bestia, principal responsable de su propio retroceso político al medioevo. Desde Richard Nixon, el GOP está en un proceso de decadencia intelectual. Su mayor momento de gloria de los últimos 40 años perteneció a Ronald Reagan, un galán que sabía actuar su ignorancia. Si algo alimenta la percepción estrambótica que el GOP tiene del mundo, eso es un desprecio profundo por la razón y un clericalismo incombustible. La fe es difícil de eliminar de la ecuación, pues Estados Unidos es una nación de instituciones seculares, pero de prácticas políticas todavía dominadas por cierta moral puritana. Los presidentes asumen encomendados a dios y la Reserva Federal emite billetes coronados por la frase “In God We Trust”, y los legisladores, en vez de controlar la venta de armas, envían rezos a las familias de niños asesinados con metralletas.
El problema es que, sin la fe de por medio, la poca razón que queda en el GOP es fraudulenta. Durante más de 20 años, cuenta Jane Mayer en “Dark Money”, un grupo de billonarios ha financiado candidatos, universidades y centros de estudios para minar el debate liberal e instalar una agenda neoconservadora que reduzca los impuestos a los ricos y achique el poder del Gobierno para controlar a las empresas. Esos mismos millonarios —los más visibles, los hermanos Charles y David Koch— financian los Super PAC de los candidatos republicanos que comparten su agenda, y ellos son casi todos desde 1980.
No hay otro mariscal de la derrota de la razón republicana que el partido que dice representarla. Las primarias conservadoras han sido un talk show vergonzoso entre imitadores de Rambo y John Wayne, cada debate un capítulo de telenovela con revelaciones escabrosas y peleas que exhiben las miasmas de la condición humana. El GOP ha dejado de criar estadistas para amamantar cowboys, la epítome del individuo incapaz de ajustarse al mundo. Ahora les quedó como candidato uno que es un buscador de oro con el que decorar su nombre y los sillones de la casa. No hay político republicano que no se defina como hombre de acción, como si no serlo y pensar demasiado fuera asunto peligroso. La idea de que la voluntad y la fe son superiores a cualquier elaborado plan intelectual los lleva a concebir la realidad como un adversario que puede ser modificado a base de determinación (...).
(Tomado de www.elfaro.net)