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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Rodrigo, el qhochala que hizo el brazo de un robot en España

Rodrigo, el qhochala que hizo el brazo de un robot en España


Armar y desarmar piezas era el pasatiempo favorito de Rodrigo Orellana Ferrufino (29) desde pequeño.

Su pasión por la robótica nació desde que entró a la escuela y decidió que sería ingeniero electromecánico, para hacer piezas que puedan ayudar a la gente en su vida cotidiana. Veinte años después su perseverancia lo llevó a España donde construyó un brazo para un robot.

Los pasos para lograr su objetivo iniciaron en su tierra, Cochabamba donde emprendió la primera empresa boliviana que desarrolló impresoras 3D, Sawers Ingeniers. El sueño nació junto a sus compañeros de la carrera de electrónica de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS).

Pero la sed por explorar en el mundo de la robótica lo tenía insaciado. Un amigo que conoció por coincidencia le sugirió inscribirse a la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). El plazo de becas ya había vencido, pero Rodrigo hizo un esfuerzo para no perder más tiempo y pagar sus estudios de máster en robótica y su manutención en el país occidental.

Las visas y trámites hicieron que llegara con una semana de retraso al inicio de semestre, en septiembre de 2015. Pero eso no marcó la diferencia para Rodrigo, quien en la primera clase de laboratorio de inteligencia artificial conoció a Doris un robot sin brazos, que en aquel entonces solamente podía hacer gestos.

Al boliviano se le ocurrió crear uno de los brazos del robot, iniciativa que fue tomada por sorpresa al profesor de esa clase.

Al principio los docentes desconfiaron de las destrezas del ingeniero que presentó su proyecto por etapas, hasta llegar al diseño final. Para ello le pidieron trabajar en equipo. Andrés Parra de Colombia y Oriana Rojas de Venezuela fueron sus cómplices en esta experiencia. En 10 meses los tres lograron construir el brazo izquierdo a Doris con piezas elaboradas en una impresora 3D de la UPM.

Gracias a esta pieza el robot ahora puede jugar un partido de ajedrez con otra persona, saludar, agarrar una pelota, entre otras tareas.

Rodrigo es ambicioso con sus proyectos y ahora creará el otro brazo para el robot, y además quiere incorporar técnicas avanzadas de inteligencia robótica para que el androide pueda ver.

“Ya desarrollamos la cinemática inversa para poder controlar los movimientos del robot”, señala y asegura que el brazo de Doris tiene los mismos movimientos que el de un humano y cuenta con tres dedos, los necesarios para realizar todas las tareas que se le ordena. Doris y el brazo desarrollado por Rodrigo están en el museo de la UPM.

Terminado el proyecto, el ingeniero boliviano quiere desarrollar de manera independiente su propio robot.

Para ello ya ha trabajado en un diseño humano y más moderno al que empezará a darle forma las próximas semanas.

“Lo que quiero es que mi propio robot llame la atención de las personas que visitan la universidad e incluso puedan hablar con el androide”, dice.

Cuenta que hacer un robot requiere del uso de un sistema de cámaras, deep learning (técnica para el reconocimiento de imágenes y de voz), entre otras tareas de investigación que le demorarán un tiempo. Sin embargo, asegura que perseverará hasta conseguir su objetivo.

Los docentes que a un principio dudaban de su capacidad han felicitado al ingeniero cochabambino por su iniciativa e interés para apoyar los proyectos de la universidad.

Rodrigo ha sido presentado a los estudiantes de doctorado de la carrera y lo han invitado a participar del diseño de algunas partes de un dron para una competencia internacional.



FUTURO EN BOLIVIA Rodrigo que está hace aproximadamente 10 meses en Madrid quiere quedarse el tiempo que sea necesario en la capital de España para cumplir con sus objetivos.

Menciona que en Bolivia no hay las condiciones para desarrollar este tipo de tecnología, pero en un futuro planea retornar para devolver todo al país.

Al tener como una de las principales actividades a la agricultura, Rodrigo señala que en Bolivia sería ideal habilitar drones que mejoren los procesos de producción.

“Los países avanzados tienen sus propios centros de tecnología. En España hay grupos especializados en hacer drones para el análisis de cultivos, sacan fotos de los lugares donde tienen que ir a regar o reponer las semillas, yo me imagino que todo esto se puede hacer en Bolivia para ayudar a mejorar las condiciones de producción”, cuenta.

Señala que en Bolivia todavía hay mucho por hacer en el área no solamente de la tecnología, sino también de energía nuclear, nanotecnología y el internet de las cosas.

Considera que Bolivia está atrasada en estos temas y que en países europeos y asiáticos la tecnología ya ha cambiado en gran manera la forma de vida de las personas.

“Cada año la tecnología avanza más y más rápido. Si seguimos así, disminuir la brecha entre Bolivia y otras regiones del mundo será muy difícil, por eso debemos prepararnos”, indica.

“Haré mi empresa de robots”

Tener su propia empresa es el objetivo por el que Rodrigo Orellana Ferrufino está trabajando hace varios años.

Su sueño final es tener una empresa de robots con diseños que se acerquen lo que más se pueda a un humano.

“Mi lugar en esta tierra es trabajar y crear robots inteligentes. Antes no tenía los conocimientos, pero los científicos que conocí en España y todo el aprendizaje de la universidad me ha servido para abrir la mente y estar más firme que nunca en mi sueño”, agrega.

El joven lamenta que en Bolivia no se cuente con las condiciones necesarias para tener una empresa tecnológica.

Menciona que no puede esperar a que las condiciones en Bolivia se den para poder emprender y que para ayudar a las generaciones futuras del país es necesario seguir especializándose afuera y retornar cuando haya una cantidad de personas capacitadas para empujar a nuevas generaciones.