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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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La luz de El Faro

La luz de El Faro
Una de las preguntas que siguen haciéndose los dueños de periódicos en el mundo es si lograrán sobrevivir a futuro. Los entendidos lanzan sus predicciones, unas más agoreras que otras. Mientras tanto, los periodistas se fueron subiendo poco a poco al tren de internet para abrir sus propios medios.

Sin embargo, subirse al mundo digital no implica un inmediato éxito por muy buenos que sean los periodistas que inicien tal excursión, porque aún hoy se sigue ensayando una serie de fórmulas de negocio para lograr dar de comer a quienes decidieron un día hacer periodismo en plataformas en las que la gente se ha (mal)acostumbrado a leer de forma gratuita, y ese es uno de los problemas centrales de este tiempo para quienes deciden apostar por el camino de internet.

Uno de esos medios que se lanzó a la piscina sin saber si habría suficiente agua para nadar y pan para comer fue el periódico digital El Faro, cuyo centro se encuentra en El Salvador. Este medio acaba de ganar el Reconocimiento a la Excelencia de la cuarta edición del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo. De ese modo, el Premio Gabo reconoce por primera vez a un equipo periodístico que trabaja en un país hostil para el desenvolvimiento de un periodismo más independiente.

Más allá de los motivos por los que se le entregará a El Faro tal reconocimiento, que lo tiene bien merecido, es bueno reflexionar sobre el trabajo de este medio porque es un buen ejemplo de las peripecias y sacrificios a los que deben estar dispuestos los periodistas que quieren vivir de un medio digital e insisten hasta lograrlo, aun a costa de vivir años buscándose la vida porque no pueden cobrar un sueldo.

El Faro es una marca de la empresa Trípode S.A. de C.V., radicada en El Salvador, fundada en 1998 por el periodista Carlos Dada y el empresario Jorge Simán. Entre 1998 y 2003, operó gracias al trabajo voluntario no remunerado de sus periodistas fundadores. Si se tuviera que graficar su estrategia de financiamiento, se llegaría a la conclusión de que esta es como un abanico en el que caben cuatro tipos de ingresos: proyectos con agencias de cooperación internacional (75 por ciento de sus ingresos), venta de publicidad y patrocinios (17 por ciento), regalías por libros, películas documentales o venta de contenido a otros medios para su republicación (tres por ciento) y aportes de su comunidad de lectores y lectoras, a través de una campaña anual de Excavación Ciudadana (cuatro por ciento).

Naturalmente, El Faro fue explorando una y otra opción antes de aterrizar en esas cuatro vertientes de ingreso porque a la hora de ver de dónde vivir, los medios en internet están echando mano a la creatividad y las posibilidades que el mismo desarrollo de la tecnología les dan, sobre todo en los últimos años con la fuerza de las redes sociales.

Algunos, como se ve en El Faro, cuentan con un “modelo de negocio” más parecido al de una ONG que de un medio “tradicional”, otros se parecen a centros de convención porque al margen de su tarea periodística se dedican a administrar eventos sociales para poder contar con un ingreso extra, y así se podría seguir enumerando las diferentes formas empleadas por los periodistas en este afán de que su medio funcione.

Y en ese camino queda otro asunto claro: los medios digitales normalmente no soportan, precisamente por los escasos ingresos con los que cuentan, las grandes estructuras de los medios “tradicionales”, los que en el caso de países como Argentina aún cuentan con 500 empleados. Por ese motivo, es más que probable que todas aquellas personas que en los medios servían de soporte para el trabajo periodístico, (secretarias, taipeadores, prensistas…) sí deberán buscar un nuevo horizonte.