Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 00:24

OJO DE  VIDRIO

“Juana Azurduy” de Sanjinés

“Juana Azurduy” de Sanjinés
En 1821, Mateo Quispe habló con José Miguel Lanza, jefe de la División de los Valles, como se llamaba a la guerrilla de Ayopaya. Lo acompañaban 400 indígenas que reclamaban por la vida del comandante José Manuel Chinchilla. Entonces, Quispe se irguió cuanto pudo y dijo: “Ahora lo entiendo, unos son hijos de la patria y otros somos entenados nomás”. Esta frase profética figura en el “Diario” del Tambor Vargas y me vino a la memoria cuando vi la película “Juana Azurduy”, de Jorge Sanjinés.

Un conjunto de planos secuencia se repite a lo largo de la película. La escena final es la soledad de Azurduy y de su calle, la soledad de la república recién fundada, que aguarda la salida del Ejército Libertador para sojuzgar a los habitantes de Charcas, quizá peor que durante la colonia, que es decir mucho. Porque Bolívar y Sucre le fijaron pensión vitalicia a Juana, pero llegó Santa Cruz y la anuló, restauró la paz colonial, restableció el concordato con el Vaticano, volvió a la educación elitista y clerical, contraria a la reforma educativa emprendida por Simón Rodríguez, funcionario del Gobierno de Sucre, que estableció escuelas mixtas y demandó niñas y niños huérfanos para que no reprodujeran en el hogar los prejuicios coloniales de sus padres. Eso no podía permitirlo la cultura colonial de tres siglos, y Santa Cruz la restauró. Ese es el Santa Cruz que defendemos. Pude felicitar a Jorge Sanjinés por la sobriedad y mensaje de la película. Me dijo que era obra de muchos artistas que suman sus esfuerzos, entre ellos el camarógrafo César Pérez, que maneja a maravilla el plano secuencia y los colores, aunque la pésima proyectora del cine Center muestre una película opaca. Destacó también a Milton Guzmán, coordinador de la película y a los actores, que se caracterizan por la mesura y sencillez de su participación para nada épica ni enfática, como nos acostumbran las horas cívicas. Pero Sanjinés se quejó asimismo de la falta de una cooperación orgánica al cine boliviano, pues apenas pudo financiar la mitad de la película con contribuciones públicas y privadas inorgánicas, y lo agobian los impuestos nacionales. Sanjinés reiteró que la condición de los indígenas bajo la república era quizá más cruel que durante la colonia. Anunció un nuevo proyecto sobre Zárate Willka y su proclama de Caracollo, que incluía en pie de igualdad a indios y blancos; aunque fue traicionado y fusilado por estos luego de producirse la Revolución Federal. El cine de Sanjinés apunta e insiste sobre ese tema. Al infatigable y humilde Sanjinés le debemos lo mejor del cine boliviano.