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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Qué será de los huérfanos

Qué será de los huérfanos
Qué será de los que quedaron huérfanos por la muerte de uno de sus progenitores o de los dos por accidentes o asesinatos. Qué será de los quedaron abandonados a su suerte porque quienes les dieron un día la vida después se la negaron por problemas con el alcohol, las drogas o la extrema pobreza.

No tenemos más que levantar la vista para darnos cuenta de que estamos rodeados de este tipo de personas. En los últimos 10 años, entre 2003 y 2013, solo en Cochabamba 2.774 corazones dejaron de latir por accidentes de tránsito. ¿Cuántos en vida tuvieron hijos e hijas y de qué edades cuando ocurrió el siniestro?, ¿a manos de quiénes fue a parar su futuro?, ¿recibieron el amor y la comprensión imprescindibles para enfrentar su abrupta soledad?

Uno de esos casos lo vivimos hace pocos días cuando la niña Nayeli Peñaloza quedó huérfana de madre, tendida en una cama de hospital y con un hermano con discapacidad. Aunque luego se supo que unos padrinos de ella se harían cargo de su futuro, lo cierto es que la vida de ella tendrá un antes y un después, tal vez doloroso.

Lo curioso de estos casos es que la mayoría pasa inadvertida, invisible, sin noticia de por medio, excepto en historias de personas como Nayeli porque la vida y la muerte la pusieron en el paso de un carro que embistió a un grupo de personas con discapacidad, que hacía una vigilia en la avenida Blanco Galindo como parte de su pedido de un bono de 500 bolivianos que el Gobierno lleva más de 142 días sin atender. Si no hubiesen sido esas circunstancias, nadie sabría hoy de ella.

Eso ocurre, precisamente, con los hijos de nadie, los de la calle, los que llegaron al mundo para habitar en la vida de la pobreza o de ebrios o de drogadictos que perdieron hace tiempo casa y confianza familiar. A esos hijos solo les espera, normalmente, la soledad, a pesar de que una de las principales premisas lanzada por los psicólogos a la hora de evaluar estas situaciones es la necesidad de dar mucho amor a quienes pasan por estas situaciones.

Pero si una sociedad no les puede brindar cobijo, alimento y educación a los abandonados, menos podrá darles afecto porque eso ya no viene adjunto al presupuesto destinado para tal efecto, si es que este existe.

Sin embargo, si las y los ciudadanos que andamos aplanando las calles de nuestras ciudades miráramos un poco más, tal vez podríamos ayudar a generar políticas públicas de atención a estas personas invisibilizadas por la misma sociedad que un día les quitó a su madre o a su padre en un accidente muchas veces protagonizado por un irresponsable ebrio al volante.

En el caso de los feminicidios es mucho más complicado, sobre todo cuando la o el huérfano deja de ser niño para convertirse en adolescente, joven y luego adulto. No es fácil que pueda caber en la cabeza de alguien que el padre de uno tomó la vida de una madre entre sus manos. Por ello, los psicólogos recomiendan para este tipo de situaciones otras medidas reforzadas de mucho amor, porque cuando estos huérfanos llegan a los 12 años, suelen tener una serie de problemas que pueden derivar en la drogadicción o el alcoholismo.

Elena de Marianas, psicóloga y experta en infancia y violencia de género, aconseja al respecto trabajar sobre todo con la familia. “Los expertos tenemos que trabajar antes con la familia que con el propio niño o niña que ha perdido a su madre, porque si ellos no son fuertes, difícilmente podrán ayudar a los pequeños”. Y aconseja que el entorno familiar no hable al niño o niña mal de su padre porque eso profundizaría mucho más la herida abierta, hasta hacerla sangrar.

La próxima vez que salgamos a la calle para aplanar las aceras con nuestros pies, ojalá intentemos dirigir nuestros pasos hacia esas personas. Nos necesitan.