Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 09:42

El precio del desprecio

El precio del desprecio
Las personas con discapacidad movilizadas en el país por un bono de 500 bolivianos ya llevan en los callos de los pies y los hombros 142 días de movilizaciones. Empezaron un martes 26 de enero y hasta ahora siguen pululando alrededor del poder.

El Gobierno, a través de varios de sus ministros, ha desahuciado el bono. El presidente Evo Morales, que se levanta muy temprano por la mañana para lograr sostener una serie de reuniones, no ha accedido aún a hablar con este grupo humano.

El problema de este pedido es que no es cualquier pedido. El problema de las personas con discapacidad es que estas no son cualquier persona. El problema de este problema es que no es cualquier problema porque amenaza con seguir arañando la imagen del Primer Mandatario.

Y es que Evo Morales subió al poder con la promesa de escuchar al pueblo. Subió al poder con un discurso que descansaba en una defensa férrea de los desposeídos, de los postergados, de los humillados, de los discriminados, de los sin casa, de los sin pan. ¿Qué pensar ahora, 10 años después, si los más desprotegidos entre los desprotegidos no son atendidos por el Gobierno?

Por ello, los 142 días se han convertido a estas alturas en los 142 días de sordera, de discriminación, de desapego y traición a las bases mismas del discurso presidencial, y así parecen verlo quienes día a día no se cansan de subir fotos y memes a las redes sociales sobre el precio político que está pagando la imagen presidencial por el desprecio del Presidente hacia las personas con discapacidad.

En un editorial anterior ya se había advertido que el reclamo de las personas con discapacidad de un bono de 500 bolivianos estaba afectando la imagen presidencial, mucho más al hacer ver al Presidente como una persona totalmente insensible, peor si esto va acompañado por filmaciones y fotografías que muestran hasta dónde son capaces de autoflagelarse las personas con discapacidad mediante medidas extremas que terminaron con la muerte de dos personas la semana pasada.

Y es que colgarse de puentes, arrastrarse por avenidas muy transitadas, enterrarse y luego dormir en avenidas de alta velocidad como la Blanco Galindo no son, en verdad, cualquier medida, menos para quienes no pueden caminar porque andan en silla de ruedas o no pueden calibrar porque tienen discapacidad mental. Son medidas peligrosas y eso lo sabíamos todos. En cualquier momento podía soltarse una de las sogas que sujetaba una silla de ruedas en el aire en plena avenida, dando lugar a una muerte segura. En cualquier instante una persona que avanzaba sobre el caliente asfalto de mediodía podía ser arrollada por un despistado conductor.

Su drama conmueve porque no es cualquier drama, es el de los desposeídos, de los que ya hace tiempo fueron marginados por la misma sociedad, de los que no tienen voz o no tienen movilidad en las piernas o no pueden ver o no pueden escuchar, de los marginados de toda la vida.

Para mal de males, cuando el 25 de abril llegaron a La Paz, las personas con discapacidad no fueron recibidas por el Gobierno. A partir de ese momento, sucedió todo y nada porque no importó que quienes reclamaban se colgaran, rogaran, se hicieran gasificar, durmieran en las calles con frío extremo. Nada fue escuchado.

Y es que este ya eterno reclamo terminará convirtiéndose en un símbolo ciudadano, en una bandera de lucha. Eso debiera pensar el Gobierno en vez de empecinarse en no escuchar a las personas con discapacidad. Se está afectando la imagen de la gestión del presidente Evo Morales sin motivo, por lo menos no el suficiente como para dañarla tanto.

¿Qué le dicen sus asesores al Presidente? ¿Le hicieron creer que las personas con discapacidad no son tales? ¿Que el que anda en silla de ruedas en realidad podría caminar con los pies?