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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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El llamado de parte del mundo

El llamado de parte del mundo
Es difícil de creer, pero mientras la Organización de Naciones Unidas (ONU) clama por más ayuda para atender emergencias humanitarias, los países ricos que más pueden cooperar se hacen a los sordos y miran cómo prospera el multimillonario negocio de la compra y venta de armas. Otro reducido y privilegiado grupo de personas amasa fortunas de varios dígitos, en contraste con las necesidades de gente pobre que apenas tiene para sobrevivir, a veces ni para eso.

En 2007, cuando la ONU empezaba a ser dirigida por el surcoreano Ban Ki-moon, fue creada la iniciativa destinada a velar por la suerte de las víctimas de desastres naturales o de las guerras en el mundo. Se comenzó con el pedido de 4.400 millones de dólares.

Nueve años después, la cantidad de dinero que se necesita para esa cooperación se multiplicó por cinco: se requiere de 20.000 millones de dólares para atender a 60 millones de personas desplazadas en sus propios países o que huyeron de la violencia hacia otros destinos, lejos de su terruño.

Siria, un país que ha ocupado portadas de medios escritos y espacios importantes en la televisión mundial, es el que hoy más necesita de la cooperación porque cinco años de guerra civil han dejado un saldo de 220.000 muertos, cuatro millones de refugiados y cerca de 7.6 millones de desplazados, reporta la prensa internacional.

Esas cifras preocupan porque allá no se sabe de dónde saldrá ese dinero. Es más, los donantes han dicho que sus aportes van a sufrir un recorte de entre 30 y 40 por ciento. A esto se suma que 40 de los 193 estados miembros de la ONU atraviesan situaciones de crisis y violencia de distinto grado.

Entonces, ¿qué hacer? El propio Ban Ki-Moon ha calificado esa reducción de ayuda como incomprensible.

La frecuencia cada vez mayor con la que se presentan los desastres naturales y la aparente imposibilidad de que la paz llegue a las zonas enfrentadas hacen que la situación de las víctimas sea insostenible. Los campos de desplazados y refugiados están llenos de enfermos, hambrientos y gente que no entiende por qué el resto de la humanidad no se preocupa por ellos, por qué se despilfarran millones de dólares en acciones que solo alimentan las guerras y el odio.

Estudios conocidos en marzo del año pasado revelan que el negocio de las armas avanza viento en popa para satisfacción de los hombres que viven de la guerra.

Si bien la ONU pide 20.000 millones de dólares para 60 millones de personas, el negocio mundial de la compra y venta de armas, liderado por Estados Unidos, Rusia y Francia, movió cerca de 64.400 millones de dólares en 2014; es decir más de tres veces la suma que hoy se necesita para los desplazados y refugiados.

El Reino Unido, Alemania, Italia, Israel y China son otros países involucrados en este “business” de material bélico. ¿Y quiénes son los compradores? Informes no oficiales de expertos en el tema dicen que son países sobre todo de Medio Oriente y Asia, como Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Corea del Sur, China, Argelia. En las listas también figura Australia.

Otro dato no menos importante, no vinculado con las armas, sino con las fortunas individuales, causa escalofrío. Son 62 las personas más ricas del planeta que poseen cerca de 1.76 billones de dólares, según un reciente informe de Oxfam, una entidad conformada por 17 organizaciones no gubernamentales de varios países. ¿Se animarían estos magnates a ser donantes para las actividades de la ONU? ¿O acaso pensarán llevarse su riqueza a la tumba?

Lo cierto es que las víctimas de las tragedias naturales y de las guerras necesitan ayuda y los llamados de la ONU no encuentran el eco suficiente para brindar ese soporte. La situación de desplazados y refugiados obliga a no desmayar… ¿En algún momento los corazones de los poderosos se ablandarán?