“El poeta y el demente revelan nuestras zonas oscuras”
"La poesía me ha ayudado a vivir. La poesía es la medicina del alma”, así define a su arte Norah Zapata-Prill. La poeta y escritora cochabambina fue galardonada hace unos días, en Italia, con el premio de los Derechos Humanos Ana Frank.
Vive en Suiza desde 1976 y ello no ha hecho que olvide a su tierra. El guaguay, término del quechua, la lengua de sus ancestros, que quiere decir niñito o niñita, está presente en su vocabulario. Y, aunque no lo practique, "el quechua es una lengua que me reconcilia con lo mío”, dice la poeta, quien se dio un tiempo para responder las preguntas enviadas por Página Siete.
¿Cómo recibió la noticia del reconocimiento que le hicieron con el Premio de los Derechos Humanos Ana Frank?
Con sorpresa y alegría. Sorprendida estuve porque en diversas actividades en colegios y universidades a través de mi poesía y de mi empeño en divulgar mis experiencias en el dominio de la psicogeriatría (en el sur de Italia) nada me hizo presagiar una tal recompensa.¿Cómo llegó a ser parte de la Fundación Donatella Mauri y cuáles fueron las motivaciones que la han llevado a trabajar por las personas del centro psicogeriátrico?
Donatella Mauri fue quien me dio trabajo en su establecimiento médico-social LA NAZ, en 1976. Yo le enseñé el castellano. Poco a poco, gracias a ello y a mi poesía, me ascendió de mucama y jardinera a asistente de dirección.Ese ambiente de jóvenes y ancianos dementes me intrigó, me interesó de sobremanera, pero también me dio miedo y sufrimiento. Constaté que la enfermedad mental se manifiesta sin tener en cuenta las diferencias sociales, económicas o espirituales.
Antes de morir, Donatella Mauri, me hizo prometer de ocuparme de sus viejitos y de su personal. Es así que en 1993 tomé la dirección de LA NAZ, organicé un equipo de dirección y obré para la creación de la Fundación Donatella Mauri... En síntesis, mis motivaciones han sido inspiradas por el respeto a la dignidad humana, la gratitud, la confianza que se me dio y mi fidelidad a la palabra dada.
Usted también ha dedicado su vida a las letras, ¿de qué manera su poesía sintoniza con los ancianos con los que trabaja?
Los ancianos me han sensibilizado sobre la fragilidad de nuestra condición humana. La poesía me ha ayudado a vivir. La poesía es la medicina del alma, la demencia permite vivir fuera del control higiénico de la sola razón. La poesía y la demencia se manifiestan más allá de los cánones estéticos o de morales establecidas. El poeta y el demente revelan nuestras zonas oscuras, profundas y misteriosas.
Ambos celebran la absolución: comprender que no podremos comprender todo. La correspondencia entre mis vivencias y la de los otros está basada en todo aquello que el ser reclama y clama: reconocerse en la mirada del otro y en un NO a la indiferencia