Catéter, diálisis y trasplante son palabras comunes para las personas con enfermedad renal. Pero, cuando el apoyo falta, se agregan los términos de equipos en mal estado, auditorías y los pedidos de audiencias.

Eliseo Siles llegó ayer, en marcha, junto a media centena de personas, todas con enfermedad renal, para exigir una reunión con el Gobernador y pedirle la reparación de los equipos de la sala de diálisis del hospital Viedma. De 30, diez están averiados.

Siles utiliza muletas para caminar porque sufrió un accidente que le afectó la columna hace 22 años y esto derivó en la enfermedad renal que le aqueja desde hace cinco.

Un decreto que rige desde el pasado año pasado logró que estos pacientes dejen de pagar los costos de las tres diálisis semanales que requieren.

“Los cuatro años anteriores yo he pagado todo, tenía que molestar a mi familia, no había de otra”, recordó Siles y explicó que necesitaba 150, 200 bolivianos o más por sesión, porque los medicamentos son caros.

Ahora, los enfermos renales no pagan, aunque a veces deben comprar agujas porque se acaban. Pero, si los equipos fallan, su salud y su propia vida corren riesgo.

El presidente de la Asociación de Enfermos Renales, Ramiro Santa Cruz, dijo que en el departamento hay 600 enfermos renales, lo cual colapsa el servicio y, más aún, si no funciona la sala como debiera.

Manifestó que es necesaria una auditoría para develar los motivos de las fallas a seis meses de la entrega de equipamiento. Acotó que piden un Plan Operativo Anual (POA) exclusivo para el hospital Viedma y que la sala de hemodiálisis funcione como corresponde sin quitarle horas de tratamiento a los pacientes.