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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Nueva visión de la sociedad

Nueva visión de la sociedad
Antes de la conquista latinoamericana nosotros participábamos de una cultura homogénea, donde las estructuras poseían una misma jerarquía de valores. La colonización alteró esta homogeneidad y provocó un desplazamiento que rompió el orden de valores e introdujo una nueva jerarquía de estructuras: las estructuras dominantes versus estructuras dominadas. Ashid Nandy, uno de los pensadores indios más brillantes del siglo pasado, al referirse al colonialismo occidental dice: “Los conquistadores europeos que llegaron a la América se creyeron investidos de una misión civilizadora e idealizaron la “superioridad del amo”. Este “machismo” colonial produjo la alienación del colonizado, degradándolo al nivel de objeto o cosa.

El colonialismo occidental tuvo dos instrumentos efectivos de dominación: la metafísica y el pensamiento técnico. La metafísica es el fondo conceptual de la cultura occidental; en ella intervienen dos factores: la episteme y la doxa. Episteme es conocimiento científico y “verdadero” que mantiene vigente la verdad en el occidente, una verdad que no admite cambios. Doxa es voz del pueblo, es “mentira” que puede alterar el orden del sistema y sus verdades eternas, es pensamiento negado, es creación impedida, es palabra prohibida. En la metafísica, la oposición fundamental está dada entre episteme y doxa. La voz del dominador que dice la “verdad”, y la palabra del dominado que debe ser negada para que perviva su oponente. El otro aspecto del colonialismo occidental es el pensamiento técnico. La técnica en su connotación occidental más estricta es dominación de la naturaleza, pero naturaleza no como contexto vivencial y estructura cósmica, sino como fuente de explotación. En esta última concepción, el hombre sirve -como partícipe de la naturaleza – para la conquista y la explotación, y no precisamente como hombre sino como cosa u objeto. Tanto la metafísica como la técnica son a su vez súbditos de la dialéctica – fondo conceptual de la cultura occidental -, portadora de la tradicional tesis – antítesis, que caracteriza bien el proceso del colonialismo, pues en la dialéctica existen siempre dos móviles que permiten el funcionamiento de toda estructura de dominación, donde siempre existe un “otro” que debe ser negado. La totalidad occidental, al negar lo que es exterior a ella, amplía su lógica dominadora yendo a través de la guerra a la conquista del “no ser”, a fin de incorporarlo como objeto o cosa a su mundo. Busca “civilizar” la exterioridad, al “otro”, al que está más allá de la totalidad, que en su lógica “no es”.

Esta dicotomía dominador – dominado, sujeto – objeto, que en la dialéctica solo se resuelve por la eliminación de uno de los dos, no es la más apropiada a nuestra tradición cultural, pues es un producto del colonialismo occidental. Enrique Dussel – uno de los más importantes ideólogos del humanismo cristiano – propone una salida a esta problemática con su teoría “analéctica”, que parte de una praxis que supera a la dialéctica dominador – dominado. Superar dicha dialéctica – dice Dussel – no es luchar para ser el futuro dominador, porque ello exigiría un nuevo dominado y se trataría del “infinito malo” de Hegel. Para Dussel la praxis liberadora debe aniquilar la dialéctica de la dominación, para crear un nuevo tipo de sociedad donde la dominación cósica y cosificante sea superada por una fraternidad humanizante. En esta postura filosófica que conlleva una nueva visión de la sociedad se trata, en cierto modo, de convertir al dominador que alienado con su obsesión de poder confunde el “ser más” con el “tener más”, y de reconstruir la alteridad del oprimido que ontológicamente vive en una condición infrahumana, porque o asume el proyecto del opresor (alienándose cada vez más), o carece de proyecto propio falseando su potencialidad de realización específicamente humana. Ambos, opresor y oprimido, necesitan ser concienciados para organizar una nueva sociedad, recuperando su auténtica dimensión humana en un abrazo comunitario.