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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Envidia en la política

Envidia en la política
La envidia es la rabia vengadora que en vez de luchar por sus anhelos y sueños, prefiere eliminar la competencia. Por eso la envidia es una defensa típica de las personas más débiles, acomplejadas o fracasadas inmersas en la mediocridad.

El envidioso odia y desearía destruir a toda persona. Algunos no logran sus metas personales porque no desean compartir los triunfos con nadie, no aceptan que muchas veces para llegar a la cima del éxito resultaría más fácil hacerlo junto a otros, ya que podrían compartir ideas, funciones, en cualquier área que nos desempeñemos, no, son personas que tienen un gran apetito por reconocimiento individual. Las manifestaciones de la envidia dependen del grado de autocrítica de la persona. Si la envidia es reconocida y expresada, se puede llegar a controlar y dirigirla hacia algún fin positivo. Si la envidia se niega o se rechaza, es un proceso autodestructivo para quien la padece que encuentra formas de expresión negativa como la angustia, rabia, dolor, etc.

En política parecería que la virtud es tema superficial, mientras que la envidia es una pasión sumamente poderosa. Cuando en política se siente envidia, se vuelve insoportable constatar el triunfo político de otras personas o el recuento de sus logros y realizaciones, lo que causa, en muchos casos, una patología del poder en la que el actor político deja de preocuparse por mejorar sus capacidades o desempeño, porque dedica buena parte de su actividad a hablar y actuar tratando de que al envidiado le vaya mal, lo peor posible. La vocación política se tuerce entonces para volverse crítica interminable, amargura y frustración que, en algunas ocasiones, tiene un alivio momentáneo cuando los envidiados caen en desgracia: el enfermizo placer de ver correr la sangre de un odiado adversario para luego voltear la mirada y encontrar a un nuevo personaje a quien odiar. Es tiempo ya de buscar una nueva opción de hacer una política distinta; de ser escuela de ciudadanos y de políticos capaces de actuar en forma desinteresada y servicial; de cumplir con un deber político de responsabilidad, honestidad y congruencia; de concebir al poder como instrumento para crear bienes públicos y, por tanto, dedicado a demostrar en los hechos que se puede actuar de manera generosa, responsable y eficiente en los cargos públicos. Vemos desde Abel y Caín que los hombres compiten con quienes tienen los mismos objetivos que ellos y sienten envidia de los que obtienen mejores resultados.