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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Complementariedad, ¡ cuándo!

Complementariedad, ¡ cuándo!
En mi ingenuidad intelectual había creído que el valor constitucional de la "complementariedad" era la clave de las transformaciones en las estructura sociales, culturales, económicas, espirituales y políticas, de la realidad plurinacional y más aún en el contexto de la educación.

El principio físico de la complementariedad nos señala que dos formas de la materia son complementarias en una misma realidad. En consecuencia, si la complementariedad la llevamos al plano social, económico y cultural ya debería existir resultados tangibles o intangibles como dice la Ley Avelino Siñani - Elizardo Pérez.

La complementariedad en el plano social debería reducir la brecha entre los pobres y los ricos, entre los obreros y los campesinos, entre los profesionales y los no profesionales, entre los que ganan mucho y los que ganan poco, entre los que tienen poder y los que no tienen muñeca o influencia alguna.

La complementariedad en el plano económico debería democratizar la economía, y buscar la equidad y el equilibrio en la distribución de la riqueza.

La complementariedad en el plano cultural está relacionado fundamentalmente con el sistema educativo plurinacional. Se dice que el nivel de desarrollo de una comunidad se mide por el nivel de su educación. Si en la aplicación de la Ley Avelino Siñani - Elizardo Pérez se salen del marco normativo y les invade la emoción, el egocentrismo y creen que todo es una taza de leche. Sencillamente se equivocan, porque se olvidaron de la complementariedad.

La complementariedad se pone en práctica entre dos visiones, dos paradigmas, dos experiencias. En el contexto de la educación, la complementariedad se registra entre el currículo base que está en desarrollo y el currículo regionalizado que ni fue diseñado.

La complementariedad es un principio de ida y vuelta, y con resultados productivos.

Pero, si únicamente se hace énfasis en rescatar y revalorizar los conocimientos y saberes ancestrales del campo y no llevamos nada al campo, eso quiere decir que sólo saqueamos su riqueza cultural. Esta falsa complementariedad hace que el estudiante del campo continúa aislado del mundo, de las nuevas tecnologías, de la influencia crítica de la computadora y del internet. Por eso los estudiantes del campo siguen sumando con "chuwis".

Si la complementariedad fuese un eje articular de la educación, entonces la realidad de la educación del campo y de la ciudad sería diferente.