Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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HILDA GOYOCHEA ES QUILLACOLLEÑA, Y RELATA LOS MOMENTOS MÁS DIFÍCILES Y LINDOS DE SU PROFESIÓN

“Con arma en mano nos obligaban a leer lo escrito por golpistas”

“Con arma en mano nos obligaban a leer lo escrito por golpistas”


Ignorarla es imposible. Su fuerte y radiofónica voz atrapa de inmediato la atención de todos. Un corte de cabello corto, es el marco de su rostro que denota cordialidad, simpatía y también seriedad. Es sencilla en su vestir. Lleva poco maquillaje y sus ojos se vuelven aún más pequeños cuando sonríe.

Hilda Goyochea Mérida (70), es radialista, nació en Quillacollo y su forma de hacer radio despierta admiración al escucharla. Tiene un estilo propio. “La radio es mi vida, mi pasión y parte de la cultura”, dice.

Hilda es radialista de la vieja guardia. Sufrió las consecuencias de vivir en la dictadura, se formó en las calles, a veces no recibió su sueldo y cree que la profesión, en ocasiones, es ingrata.

Empezó hace 53 años en Uyuni (Potosí), a donde sus papás se fueron a trabajar. Era adolescente y colegiala cuando fue convocada para hablar por el sistema de amplificación instalado en la Plaza. Inmediatamente fue requerida por el director de la Radio Busch de la Alcaldía y como era menor de edad, el papá de Hilda (Juan de Dios Goyochea) tuvo que dar una autorización por escrito. Desde ese momento empieza su trayectoria. Pasó a radio El Cóndor, la voz del ferroviario. Su familia y ella, se fueron a Oruro, allí conoció a los esposos Roberto Balderas y Detty de Balderas. “De ellos aprendí lo que es hacer radio de verdad, hicimos radionovelas, teatro, actividades culturales, programas de miscelánea”, dice agradecida. Aún queda en su memoria aquella presentación de la obra teatral El Incendiario en el cine Gran Rex. Detty fue protagonista e Hilda de segunda actriz. La gente les pedía repetir la historia. Roberto Balderas falleció el 18 de agosto de 2005 y su esposa sigue dedicada a la radiodifusión en Tarija.

Su papá, un trabajador ferroviario, se jubiló y partieron a La Paz donde conoció a varios periodistas.

Trabajó en Radio Progreso, de los empresarios de Bolivia. También en la emisora estatal Illimani. Hizo programas de auditorio con Micky Jiménez y Mario Bayá, gerente de canal 21 de La Paz.

Hilda relata lo difícil que fue trabajar en radio Illimani, porque los cambios de director eran frecuentes, tantos como gobiernos tuvo Bolivia.

Considera que ser radialista es ingrata a veces, porque la mayoría de los trabajadores debe conseguir una publicidad que pague su sueldo, excepto en radios establecidas. “Pero esta situación ya nadie discute, porque muchos ganan más y otros menos”.

Los golpes de Estado hacían de la labor radial un desafío, una amenaza a sus vidas y en muchos casos dejaban la dignidad y la ética periodística, por los suelos.

Recuerda que en la época del expresidente René Barrientos Ortuño (Tarata, 1919 - Arque, 1969) trabajaba en la emisora Continental de los fabriles, en La Paz. Hacía meses que no les pagaban sueldos y en ese momento estalló el golpe de Estado e inició la persecución y cierre de radios mineras y sindicales. Los dueños de la radio les condicionaron el pago del salario a trabajar una jornada en la clandestinidad. Con equipos en mano se van a un cerro para desde ahí resistir la acción forzada. Entonces vieron una avioneta sobrevolando, desde donde les lanzaron un explosivo que destrozó los equipos y dejó maltrecho al personal.

Permanecer en radios estatales tiene sus riesgos. “Era grave, en las dictaduras, algunas veces venían con arma en la mano obligándonos a leer lo que ellos escribían”. Considera que las presiones llegaban no sólo en gobiernos golpistas, sino incluso en los civiles.

Fue como respuesta a las presiones de todo tipo que se consolidó la Confederación de Radio y Televisión, impulsada por Jorge Mancilla. Pocos años después, la radialista fue la ejecutiva de la organización, iniciando una etapa de lucha sindical. Varios colegas suyos fueron a exilio en gobiernos de Hugo Banzer, Barrientos y de Luis García Meza.

En Radio Illimani permaneció por varios años. Muchos la recuerdan por su programa El Club de la Amistad.

Dedicó gran parte de su vida a la radio y la televisión y hoy escribe notas culturales para el periódico quillacolleño El Tunari, un medio impulsado por el “maestro del periodismo quillacolleño”, Rafael Peredo Antezana.

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En 1929 en que a la sazón gobernaba el país Hernando Siles, uno de los presidentes que conculcó la libertad de expresión con mayor saña, hasta el extremo de clausurar temporalmente los medios impresos o definitivamente, sin que nadie opusiera resistencia ante tal cometido funesto, que marca talvez la parte más obscura en cuanto a medios de comunicación de la época.

Esos años fueron de gran importancia para la historia de Bolivia, ya que el conflicto por el Chaco Boreal estaba ya por encima, la conflagración con la República paraguaya.

Según información recabada de la época por la Revista Boliviana de Comunicación el Rp José Gramont realiza la primera transmisión radioeléctrica junto a su acompañante de aquel entonces José Clerc y Francisco Cerro dieron tempranamente a las transmisiones radiales comunicando a la ciudad de La Paz con aquellos semipoblados linderos como Mira flores y Obrajes, durante el transcurso de 1897, casi simultáneamente con los experimentos de Marconi en el último lustro.

Gramont indica que ya para 1914 los religiosos calixtinos contaban con un transmisor potente que en sus primeras transmisiones llegaron con toda claridad a la población de Viacha distante a unos 35 kilómetros de la Hoyada, en La Paz, los padres Francisco Cerro y Pier Descotes lograron construir el primer transmisor de radio para 1922 recibió su asignación CP 1 AA como la primera de las emisoras del país, este transmisor luego fue cedido al Ejercito Boliviano en la contienda del Chaco.