Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Entre galaxias y empanadas Wist’upico

Entre galaxias y empanadas Wist’upico
No es posible ignorar la antigua sentencia de: “lo que es arriba es abajo” tantas veces mencionada en mis artículos. Basta observar el cielo en una noche despejada procurando aceptar aquello del libro “Arrugas en el Tiempo” de Smooto y Davidson, donde se menciona que con la moderna tecnología de investigación astronómica se ha logrado detectar más allá de los 15 mil millones de años luz en el Universo, un confín que bien puede denominarse: “La Piel de Dios”; posible realidad para los creyentes o metáfora para los científicos. Lo mismo sucedería si es que un microscopio electrónico, de los más avanzados, apuntaría su lente sobre un pedazo de las deliciosas empanadas del título: todo un Universo también infinito de partículas, si se quiere cuánticas, desplegándose en un espacio que hacia adentro de la masa farinácea (abajo) duplicaría perfectamente la inmensidad del Cosmos (arriba). El que se haya observado la inmensidad del espacio estelar o la de un mordisco de empanada, sólo es cuestión de ubicación y punto de vista. La materia ya en estas dimensiones extremas (por el momento), se presenta como un revuelto de lo que es el principio y el fin, por lo tanto, ya sea arriba o abajo compuesto por lo mismo y obedeciendo a similares leyes.

Cuesta un poco aceptar que al mascar y deglutir ese bocado estemos dándole un mordisco al Universo, o en cierta forma mascando la Piel de Dios. Fuera de la aparente irreverencia, no estaríamos más que buscando confirmar que nuestra humanidad y todo lo que nos rodea, bajo el punto de vista teológico, es una parte de Dios mismo. Idea que se entremezcla simpáticamente con la tesis científica del principio único Big Bang, del cual todo y todos somos parte en actual evolución y expansión. Verdadera dualidad que de ser aceptada por los dos contendientes atrevidos (la ignorancia es atrevida) espiritualismo y materialismo, solucionaría, por los menos en gran parte, la horrible soberbia de erigirse, cada uno, en único poseedor de la Verdad. Convengamos que el misterio del “Principio” es un algo que nunca será resuelto (lo del “Fin” no me conmueve pues es algo inevitable). Los Espiritualistas lo solucionan traspasándole el problema a su Dios, mientras que los materialistas se aferran a su “Energía” como explicación terminante. No obstante, en mi parecer, ambas flotan en la inconsistencia de lo dogmático y lo teórico. Cosa que en la realidad no me parece demasiado importante, pues nos dan a los libre-pensadores la oportunidad de apoyarnos en una o la otra, según lleguen los vientos de la duda.