Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Marianela Aparicio Yuja

Marianela Aparicio Yuja
Acompañado por mis seres queridos asistí al concierto de la Orquesta Filarmónica de Cochabamba donde Marianela Aparicio Yuja, pianista cochabambina participó como solista.  Este mes, ella se traslada a Polonia para interpretar el célebre concierto para piano en Sol Mayor de Maurice Ravel, invitada como solista de la Orquesta Filarmónica Koszalinska.

En la madurez de su arte, Marianela, la hermosa artista, consagrada en ámbitos internacionales de Francia, Cuba, Argentina, Brasil, Venezuela, ahora es reconocida por la patria de Chopin donde le espera el desafío de ganar los corazones de la vieja Europa; alcanzó la maestría de su arte.

El Concierto en Sol Mayor del insigne compositor fue calificado como “los juegos más sutiles de la inteligencia y las efusiones más ocultas del corazón”. El primero y el tercer movimiento sorprenden por los adornos de artilugios mecánicos donde la percusión disonante tiene momentos difíciles, ecos y estridencias no habituales en el clásico impresionismo musical francés característico de Ravel, de Debussy, y del propio Gabriel Fauré, el maestro. En cambio, en el segundo tiempo, el Adagio maravilloso, la pieza cobra beatitud y nobleza.

Clausurado el sentido óptico, se animaron los oídos en la percepción de energías, entonces los acordes penetraron delicados a la interioridad receptiva en toques repetidos de dulzura concentrada, el registro sensorial alcanzó la plenitud de la armonía. La expresión musical extraordinaria inicia con pausados pensamientos,  vibraciones intensas de patética tesitura, angustias, sufrimientos inconsolables, lejanías, despedidas. Por asociación vino a la mente el verso tamayano “Dolor, dolor, dolor, ¿Conoces el dogal que anuda las gargantas que se dicen adiós, y el dolor sin lágrimas con que se entierra un sueño muerto en el corazón?”.

En la plenitud del adagio hay controversias entre el piano que canta y los acompañantes, mas prima la armonía en todos los instrumentos ganados por la solista. Las reflexiones mentales apuran el ritmo, ascienden en esforzado empeño; casi explotan; de pronto, todo se aquieta, se renueva la calma, la serenidad, el ecuanimitas de la existencia humana, la espiritual sublimada entre el compositor renacido, los artistas que interpretan los dolores y el público extasiado que comulga sentimientos.

Maurice Ravel con sus asincronías, esta vez se allega tierno a nuestra contemporaneidad postmoderna contagiado por la problemática que caracteriza al nuevo siglo, violencia sofisticada, corrupción sin límite, maledicencia imperial, individualismo insolidario, proximidad al cataclismo, estertores de ecocidio genocida.

Marianela cumplió a cabalidad la interpretación del sublime lenguaje en los tres movimientos del Concierto. Sus dedos vibran, ascienden y bajan en escalas, en arpegios, en tonalidades reiteradas e intensas hasta la exasperación, en ritmos apresurados hicieron suya la belleza en su expresión más pura. Más tarde escuché a Berstein, a Michelangelo, tratando de comparar evaluativamente la interpretación de la selecta artista, orgullo de Cochabamba y de Bolivia toda, no encontré diferencia alguna, salvo la sonoridad del piano que en Polonia será de cola entera. ¡Gracias! Marianela, por la embajada de hermosura, porta también el fraternal mensaje boliviano. Nunca jamás Auschwits en la historia.