Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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LA PERIODISTA BOLIVIANA TERESA RIVERA RESEÑA LA PIEZA RECIENTEMENTE ESTRENADA EN EL TEATRO REAL DE MADRID, QUE CONSAGRA A LA AUTORA COMO UNA DE LAS MÁXIMAS EXPONENTES DEL GÉNERO

“La página en blanco”, ópera de la española Pilar Jurado

“La página en blanco”, ópera de la española Pilar Jurado



“Dicen que cada hombre elige su destino/¡Cómo se ríen los dioses al oír esto!/El futuro es una página en blanco”. Es la reflexión del prólogo de “La página en blanco”, ópera de Pilar Jurado, escrita por encargo del Teatro Real de Madrid y comisionada por su director artístico, Gerard Mortier.

Nacida en Madrid en 1968, Pilar Jurado es cantante, pianista, compositora, directora de orquesta y ahora libretista. Galardonada con importantes premios, sus obras sinfónicas han sido interpretadas por las principales orquestas europeas y, como cantante, ha actuado en el Liceo de Barcelona, en el Concertgebouw de Amsterdam, en el Teatro Real de Madrid, y en mayo del 2010 estrenó sus “Cantos Sefardíes” con la London Symphony Orchestra, (dirigida por Gloria Isabel Ramos), siendo ella misma la intérprete. “La página en blanco” es “una ópera dentro de la ópera” en la que el protagonista es un compositor que trabaja en una ópera utilizando toda la tecnología a su alcance - el ordenador, el correo electrónico- y a medida que va componiendo, va recibiendo e-mails con la música que acaba de escribir además de páginas en blanco. ¿Alguien ha conseguido introducirse en su correo, quizá intentando robar su trabajo? Un amigo pone a su alcance un robot cantante, una especie de doble del propio compositor, pero un robot poseedor de neuronas en vez de “chips”, siendo capaz de pensar por sí mismo. Pilar Jurado hace el papel de Aisha, la cantante principal. El argumento es complejo, interesante y de un final inesperado. La idea de la ópera es el Apocalipsis de San Juan (Capítulo XIII), que es el Evangelio de la esperanza, la victoria del bien sobre el mal, la vida en plenitud, y la trama se adentra en las pasiones humanas, la soledad, la paranoia del individuo actual confrontado con la vertiginosa velocidad de la tecnología, una velocidad casi imposible de seguir, y él, como una gran parte de la humanidad, vive una vida paralela, lo que la compositora llama “Second life”, es decir, que el hombre vive a través de su ordenador que cambia su realidad por otra virtual. “La ópera es principalmente teatro”, dice Pilar Jurado, “y la música debe estar al servicio de este”. Siendo ella misma autora del libreto y además cantante protagonista, este principio le ha valido durante todo el proceso de creación que debió ser dinámico, divertido, pero también complicado, según confiesa. La ópera tiene estructuras propias de la ópera tradicional: interludios, recitativos, diálogos, duetos y un quinteto. Experta en instrumentación, utiliza con maestría la percusión y los instrumentos de viento metal, lo mismo que recursos de música concreta, ritmos cambiantes, melodías angulares con saltos abruptos, complicadas frases musicales, disonancias. Admiradora de Bartok, Messiaen, Penderecki, Boulez, utiliza en su creación referencias de la música del Renacimiento, por un lado, y distintos sistemas seriales, por otro.

“Tradición y vanguardia”

Pilar define su obra como “tradición y vanguardia. Una conciliación del pasado con el presente” y dice que su música es difícil de cantar, aunque Nikolai Schukoff, tenor austriaco, lo mismo que Otto Katzameier, bajo barítono alemán -especialista en ópera contemporánea- dicen que la música contiene hermosas melodías y que es muy cantable”. Para la puesta en escena de este estreno mundial de carácter singular, ya que es la primera vez que el Teatro Real de Madrid estrena la ópera de una compositora, se pensó en un equipo alemán. Riendo divertida, la autora dice que esto fue como contrapeso para frenar un poco su temperamento latino. La combinación no pudo ser mejor. El montaje es un verdadero acierto y el resultado, fascinante, gracias a David Hermann, director de escena y Alexander Palzin, escenógrafo, con el aporte del escultor Paul Fink. El coro es siempre interno por lo que el espacio en el escenario se reduce a un tríptico donde la trama transcurre.